Reto 02: Un accidente

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Bote
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Hola, concursantes:

En este reto, Sanbes y yo hemos decidido que el punto de inicio del relato será un accidente. De igual modo que en el reto 01, valdrá cualquier enfoque, género y persona narrativa.

El máximo de palabras permitidas en esta ocasión serán 500 y tendremos la obligación de incluir agua en algún momento del relato, o en todo el relato, o en gran parte del relato. Cómo sea, pero el agua tiene que aparecer de algún modo.

¿El límite para colgarlos? El día 15 de este mes. Las votaciones empezarán el 16 con la consiguiente obligación de comentar el porqué de los puntos concedidos.

Y creo que eso es todo.

Suerte.

Mírame a los ojos...

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jane eyre
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Mooola XD

 

 

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Bien, vamos.

A ver si hay más participación.

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Sanbes
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Eso, a ver si se va animando esto un poco. Le empiezo a dar vueltas ya al coco, ver si resbalo con un charco, me doy un golpe en la cabeza y se me ocurre algo.

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Belagile
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Wi! Es la primera vez que me registro en un foro de estos.

Participaré a ver qué tal se me da escribir con tantas condiciones Lengua 

tiene buena pinta el reto.

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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UN PRADO CON RETRETE

           Me encontraba caminando por un prado verde y frondoso que concluía en una empinada cascada cuya agua salpicaba y empapaba las rocas de la orilla. A medida que me acercaba sentía una fuerte presión en la vejiga. Miré en todas direcciones buscando un lugar apto para depositar mi orín. Finalmente distinguí a lo lejos una luciente y pulcrísima taza de retrete que me esperaba ya con la tapa levantada.

     —“No te engañes, Luis, esto es sólo un sueño. Si ahora haces pis allí mojarás la cama, aguanta.” —pensé, pero el tacto de aquel inodoro parecía tan real que no dudé en aceptar la verosimilitud de esa situación y me incliné junto a él.

       Me desperté al sentir el líquido caliente entre mis piernas. Tenía el pijama empapado y el colchón presentaba un oscuro surco amarillento que me delataba. Eran las siete menos veinte de la madrugada y mis padres estaban a punto de levantarse. Me desvestí con cuidado de no despertar a mi hermano gemelo y me volví a poner un pantalón limpio. Contemplé el resultado de mi accidente de pie junto a la cama. No me siento orgulloso de lo que hice a continuación, pero tenía que evitar de alguna forma que mamá volviera a regañarme. Deshice la cama y le di la vuelta al colchón, después desvestí a Jorge que seguía profundamente dormido y le puse mi pijama húmedo con cuidado. Intercambié nuestras sábanas y vertí sobre su colchón un vaso de agua caliente. Ya con el escenario del crimen totalmente manipulado, me fui a dormir.

         Al cabo de unos minutos me despertaron los gritos histéricos de mamá regañando al bueno de mi hermano. Éste lloraba junto a la puerta del dormitorio mientras que mi madre deshacía de nuevo su cama y yo disimulaba una media sonrisa con los párpados aún cerrados. De pronto se hizo el silencio en la habitación y entreabrí los ojos esperando que ya se hubieran marchado, pero encontré a mi madre mirándome muy seria, recta como un general junto a la cama y con los brazos en jarras. Me incorporé y contemplé la habitación. Se me cayó el alma a los pies cuando me di cuenta del fallo que había cometido: me había dejado el vaso de agua sobre la mesa y mamá se había dado cuenta de que el colchón de Jorge no estaba orinado.

     —Lo siento, ha sido un accidente. —murmuré. 

 

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Bote
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Los coches no explotan

 

“Los coches no explotan” Pensó “Eso solo pasa en las películas”

Pero el coche explotó.

 

—Qué tontería, siempre hacen lo mismo. —dijo Carlos. Tenía la boca llena de palomitas.

—¿El qué? —preguntó Elena.

—Los coches no explotan. En las pelis americanas los coches siempre explotan, parece que se movieran sobre bombas ambulantes.

Elena miró a su novio, desdeñosa. Le fastidiaba que siempre le sacara punta a todo. El simple hecho de ver una película juntos, en la intimidad, se convertía en un análisis chancero  de cada escena.

—¿Y qué más da? Ella ha muerto. —replicó, a sabiendas de lo que ello iba a desencadenar.

Él tragó las palomitas con la ayuda del refresco. Todavía no había llegado el bolo alimenticio a su estomago y ya estaba soltando exabruptos.

—¡No, no da igual! Los yanquis se empeñan en hacer explotar cosas para dejar claro que “ella ha muerto”. ¡Joder, el coche ha dado cien vueltas de campana por el terraplén! ¿Por qué necesitan hacerlo explotar?

Elena exhaló un suspiro de impotencia. Era una lucha perdida de antemano. Si continuaba por ahí, las cosas no terminarían como se suponía que debían terminar.

—Bueno, da igual. Lo de la peli solo era una excusa para hacerte venir. —dijo, abriendo ligeramente las piernas.

Carlos la miró. Elena no era una chica guapa, aunque daba igual, porque tampoco él resultaba ser un Adonis. Entre los dos debían pesar cerca de doscientos cincuenta kilos.

—Ah… Vale.

—¿Vale? ¿Cómo que vale?

—Que vale, que sí, que vayamos a la cama…, si quieres.

Veinte minutos después el somier se rompía.

 

“Pero no puede ser, los coches no explotan”

La lluvia lo mojaba todo. El mundo, su cuerpo, el coche en llamas…

Carlos se hallaba en el suelo, a veinte metros del vehículo. Su insistencia en no colocarse nunca el cinturón de seguridad lo había salvado. Matan a más personas de las que salvan, decía siempre. En realidad, lo que ocurría, era que no podía abrochárselo. Estaba gordo, muy, muy gordo. Por eso salió despedido en la tercera vuelta de campana, porque  no estaba sujeto a nada y la puerta se había abierto con la presión que su cuerpo ejercía sobre ella. Al final, negarse a adelgazar él también no había resultado ser tan mala cosa.

Se puso en pie, sin esfuerzo. Ningún hueso se rompe bajo toneladas de grasa. El shock y la adrenalina hacían el resto.

Se aproximó al coche.

“Los coches no explotan”

Sacó el móvil y pulsó el contacto de Elena.

“¿Sí? “ Respondió el Cachas.

—Dile a Elena que se ponga.

“¿Qué quieres?”

—Quiero hablar con Ele…

“¿Carlos?”

—¿Elena? Tenías razón…

“¿Qué dices? ¿Dónde estáis?”

—…aquella tarde, en tu casa…,

“¿Dónde estáis?”

—…la primera vez que lo hicimos, ¿te acuerdas?

“¡¿Os ha pasado algo?!”

—Dijiste que daba igual si los coches explotaban o no, que lo importante era que la chica había muerto…

“¡Carlos! ¡¿Dónde está nuestra hija?!”

El teléfono enmudeció. El agua y los móviles no se llevan bien.

Mírame a los ojos...

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Rapso
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Puntos: 6217

Bote dijo:

Hola, concursantes:

En este reto, Sanbes y yo hemos decidido que el punto de inicio del relato será un accidente. De igual modo que en el reto 01, valdrá cualquier enfoque, género y persona narrativa.

El máximo de palabras permitidas en esta ocasión serán 500 y tendremos la obligación de incluir agua en algún momento del relato, o en todo el relato, o en gran parte del relato. Cómo sea, pero el agua tiene que aparecer de algún modo.

¿El límite para colgarlos? El día 15 de este mes. Las votaciones empezarán el 16 con la consiguiente obligación de comentar el porqué de los puntos concedidos.

Y creo que eso es todo.

Suerte.

Una pregunta a la organización...

¿Esto quiere decir que el relato tiene que iniciarse obligatoriamente con un accidente,  o que la trama principal debe girar en torno a un accidente? ¿Vale con que el accidente tenga una importancia principal, aunque no absoluta?

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Sanbes
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Muy buenas Rapso

El relato debe de iniciarse con un accidente. Ya sea, una explosión nuclear, o el típico choque en la acera entre dos personas. Puedes hacer del accidente una simple excusa para iniciar tu relato, o algo que esté presente durante toda la historia.

Espero haber aclarado la duda.
Un saludo.

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Sanbes dijo:
Muy buenas Rapso El relato debe de iniciarse con un accidente. Ya sea, una explosión nuclear, o el típico choque en la acera entre dos personas. Puedes hacer del accidente una simple excusa para iniciar tu relato, o algo que esté presente durante toda la historia. Espero haber aclarado la duda. Un saludo.

Pues ya está. Una frase sacada de allí, otra puesta allá, y ya he hecho empezar el relato con el accidente. Ahora falta un repasillo, y lo cuelgo. Sonrisa

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jane eyre
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Siete años de indiferencia

 

La carretera, oscura y solitaria, se abre ante nosotros. Nuestras respiraciones empañan los cristales de las ventanillas y las gotas de lluvia se convierten en agujas de plata que atraviesan la luz de los faros.

La música decora el silencio tras los ecos apagados de la última discusión.

Ernesto conduce como si viajara solo, como si yo hubiese desaparecido y los insultos, los reproches y la indiferencia fueran andrajos de un traje de ayer que solo incomoda.

No soy más que un harapo sin importancia ensuciado a base de mentiras. Hace años que lo sé.

Las palabras siguen acalladas pero su recuerdo es demasiado reciente para que el dolor desaparezca.

Quiero terminar de una vez…

El destino escucha mi deseo, la carretera se nos queda pequeña. Invadimos un abismo oscuro mientras las luces giran iluminando un mundo que da vueltas sobre nosotros.

Hierros retorcidos y cristales rotos. Parecemos un par de muñecos desmadejados que alguien olvidara.

La mirada de Ernesto es más indiferente que nunca.

Le llamo. Su voz me responde en forma de sangre que gorgotea escapando de sus labios.

Muerto. Ernesto está muerto.

 

------------------------------------

 

Abro los ojos y todo está oscuro. Mi cabeza aún flota en algún lugar entre la confusión y la consciencia.

Siento a mi lado una respiración acompasada.

Mi mente recuerda.

Un sueño. Sólo ha sido un sueño.

Ernesto duerme junto a mí. Abrazado a su almohada, como siempre, lo único abrazable en esta cama.

Vivo. Está vivo.

Dicen que al soñar con la muerte de alguien le otorgas siete años más de vida. ¡Siete años más! Siete años más de insultos, reproches y mentiras.

Mientras aprieto con todas mis fuerzas la almohada sobre su cara, una frase se repite en mi cabeza como un mantra fortalecedor:

Siete años de indiferencia.

 

 

 

 

 

 

 

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Antártica
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Irresponsable patológico

El exceso de responsabilidades me convirtió en un asesino en serie. A veces no somos conscientes de lo que un hombre afectado por el alcohol y en posesión de una maza de madera puede llegar a hacer. Lo que sucedió no fue culpa mía, ella dijo que lo entendía. Ahora pago las consecuencias. Hace un año, mi chica me dijo que había llegado el momento de avanzar en nuestra convivencia. Yo sabía que aquel momento llegaría: quería que nos casáramos. Pero nada más lejos, lo que quería era un perro. Pensaba que una mascota me inyectaría una dosis de responsabilidad. Me imaginé a mí mismo esclavizado por paseos matutinos, y recogiendo excrementos en bolsitas. Casi preferí que me hubiera propuesto matrimonio. Me costó horrores convencerla de la idoneidad de empezar por algo más sencillo. Decidimos  que lo más adecuado era un acuario; pero no uno cualquiera. Un hábitat marino de doscientos litros, seis parejas de peces tropicales, termostato automático, filtro de agua, test de PH, anticloro,  plantas limpiacristales y mucha paciencia. Alguien debió decirme que para manejar todo aquello debía sacarme un máster en acuicultura. Y yo que pensaba que mi novia era delicada. Uno se queda fuera de juego cuando descubre que una diferencia de un grado centígrado mata a una mierda de pez de dos centímetros. ¡Joder! ¡El segundo día ya se me habían muerto cuatro!. Mi chica empezaba a mirarme raro y aquello se estaba convirtiendo en una cuestión de honor.  Vigilaba el termómetro catorce veces al día, les daba de comer, comprobaba que las burbujitas oxigenaban correctamente  el agua, limpiaba filtros y verificaba que los indicadores de acidez no cambiaban de color. Mis ocho peces de colores parecían felices. Tres eternos meses más tarde, lo tenía todo bajo control. Aquel triunfo merecía una celebración, como mínimo cenando en un japonés y tomándome unas copas con los colegas. Demasiadas, tal vez, a juzgar por las consecuencias. No me preguntéis cómo, pero en alguna transición onírica del sueño, estando ya en cama, volví al restaurante a cocinar sushi.  En cuanto oí a mi novia gritar, todas las lagunas mentales se llenaron, y la realidad me estalló en la cara: me había convertido en un asesino. Sobre la encimera, ocho víctimas, apenas reconocibles, empezaban a presentar un aspecto bastante reseco. Junto a ellas, el arma homicida: la maza de machacar nueces. Juro que no recuerdo nada de lo que pasó. Fue tal mi consternación que ella parecía dispuesta a perdonar aquel episodio. " No te preocupes", me decía mientras me llevaba a la cama. " Demasiada presión para ti", continuaba mientras se desnudaba. " Era mucha responsabilidad", prosiguió. En este punto, mientras echábamos el polvo del siglo, yo estaba ya casi consolado.
 "Ha sido un accidente", dije con tristeza.
Curioso. Justo lo mismo que me dijo ella, cuando al mes siguiente me comunicó que estaba embarazada. 
Nuestro accidente se llama Jesús ( yo lo llamo Nemo, cuando nadie me oye).
De momento no vamos a tener perro. 

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La muerte del rey de arena

El rey de arena oteaba orgulloso el horizonte desde lo alto del torreón cuando la primera gota le golpeó en la frente. Aquel era su rincón predilecto. Disfrutaba de la sensación de poder que le otorgaba la impenetrabilidad de su fortaleza; rodeada por el desierto en tres de sus flancos, y protegida por el mar en el sur. Allí, sintiéndose un ser superior, nadaba entre las historias de su propia leyenda. Desde el fondo de sus recuerdos, en un lugar que no alcanzaba a vislumbrar, le llegaban voces que hablaban de un castillo que existía antes de que naciera el sol, y del gran rey que había surgido con él, como si lo hubiese concebido el mismísimo Cronos. Voces que veneraban a un ejército de millones de soldados que había resistido los ataques de los gigantes que tapaban el sol; que se había mantenido firme ante balas de cañón del tamaño de montañas.

El rey no recordaba nada de aquello. No recordaba haber nacido de ningún dios, ni las batallas contra los grandes hombres. Su memoria nunca había existido; esa era su maldición. Nunca se había planteado por qué se sentía unido a su castillo como si fueran un solo ser; por qué su cuerpo terroso se mimetizaba con el frío suelo de su alcoba, por qué notaba un miedo helado al atravesar los pasadizos oscuros, o se endurecían sus músculos cuando se colocaba detrás de las almenas. Pero su falta de recuerdos no mermaba el orgullo que le generaba su fortín; torres bañadas por el sol que resistieron los embates del enemigo y del paso del tiempo.

Por eso, cuando el firmamento le mandó aquella inundación, su corazón granulado no era capaz de asumir que estaba siendo derrotado. Intentó resistirse, enfrentarse a la naturaleza, pero el cielo no lloraba: el cielo vomitaba agua. Ante su desesperación, la fuerza del torrente deshacía las murallas como si fuesen terrones de azúcar. El viejo rey notaba como su cuerpo se hundía con su castillo. Su ancestral unión se materializaba en una muerte líquida. Sus gritos sordos se perdían en el infinito, maldiciendo a un sol ardiente que observaba con majestuosa indiferencia una pérdida más en su reino.

 

En el coche, Jaime miraba a través de la ventana, profundamente enfadado. Su hermano mayor se esforzaba en hacerle sonreír:

–Venga, Jaime, perdóname, ha sido sin querer –suplicaba, contrariado.

–No me hables. Lo has hecho aposta. Sabes que me costó muchísimo hacerlo –replicó el pequeño.

–No es verdad –contestó el mayor–, estaba corriendo con el cubo y tropecé. Se me derramó, no pude evitarlo. ¡Fue un accidente! Venga, mañana te ayudaré a hacer otro.

Y, con el rastrillo aún en la mano, y el cuerpo lleno de tierra, el pequeño Jaime empezó a relajarse mientras pensaba que, al día siguiente, conseguirían construir el castillo de arena más grande de la playa.

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Jajajjajajajaj

¡Panadera! ¿Qué pasa? ¿Que nos hemos puesto de acuerdo o qué? Risa cachonda

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Guiño

Rapso dijo:

Jajajjajajajaj

¡Panadera! ¿Qué pasa? ¿Que nos hemos puesto de acuerdo o qué? Risa cachonda

Uhm....No será que has venido al olorcito del pan caliente?

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Nochemala

 

«Un puñado de diamantes», pensó Antonio mirando los cristalitos que le habían caído encima al reventar la ventanilla. Era extraño, una furgoneta acababa de chocar con él, y no se le ocurría otra cosa. Luego las ráfagas de lluvia le animaron a forcejear con el cinturón, pues ante todo no quería mojarse, y cuando al fin consiguió salir y vio el estado en que había quedado el coche, no se pudo creer que estuviera vivo. Olvidando el impermeable, se puso a andar sobre el piso mojado; fue solo cuando descubrió junto al bordillo uno de sus zapatos de cordones, que se dio cuenta de que iba descalzo. No pensó en ponérselo, estaba lleno de agua, pero por un momento buscó, sin encontrarla, la pareja. Más adelante halló, sorprendentemente intacta, la bolsa que contenía los regalos. Por suerte la casa de su hermana no quedaba lejos. Al poco llegó cojeando, completamente empapado.

En el ascensor se arregló como pudo; no resultó fácil: en su ropa, desgarrada, faltaban la mayoría de los botones, la camiseta asomaba teñida de rojo, la corbata simplemente había desaparecido. La chaqueta colgaba floja, como si Antonio estuviera encogiendo; parecía un tremendo fantoche. Trató de fijar la vista; en el espejo su rostro se alejó flotando, una medusa. Se mareaba. Se tapó con el pelo húmedo una herida de mal aspecto y salió al pasillo, sobresaltando a un anciano que subía por la escalera; este reaccionó tan mal que solo respondió a su murmullo de disculpa sacudiendo enérgicamente los hombros.

Antonio estuvo un buen rato llamando al piso de su hermana; dentro alguien aporreaba furioso un piano, acompañado de voces que entonaban sin ganas un villancico. Por fin abrió la puerta una niña.

—¿Alina?

Su sobrina se echó a llorar.

—Berta entonces. Oye —dijo sintiéndose incapaz de entrar—, dile a tu madre que no me puedo quedar.

Prometió volver.

Bajó a la calle pensando que le esperaba una buena caminata. Pasó junto a su coche destrozado; le extraño ver en su interior, en el asiento del piloto, a un hombre aplastado bajo el retorcido capó.

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Sanbes
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—Cállate, cállate imbécil, cállate.
—¿Ahora no quieres hablar, eh Gloria?

Gloria le lanzó una mirada asesina y se tiró de los pelos. Atravesaban un pantano en cuya agua hundían sus piernas hasta las rodillas.

—Me has estado dando por culo todo el viaje, mira lo que has conseguido —dijo el chico; tenía una ceja reventada y los ojos inflamados por haber pasado la tarde llorando a causa de la desesperación de no tener nada con que aplacar el mono—. Mira…

Gloria le pegó un puñetazo en el pecho.

—Sí dices que es culpa mía te mato, yonki de mierda. Tú eres el que has empotrado la furgoneta. ¡Tú! ¿Para qué coño te metes nada conduciendo?

—¡Porque me pones de los nervios, hostia! Que si va a salir bien, que si no, que si es un plan de la hostia, que si es una puta mierda. ¿¡Tanto te cuesta callarte la boca!?

Gloria avanzaba por el pantano tan rápido como podía, sin detenerse para esperar al chico. Durante unos minutos tan solo se escuchó el chapoteo de sus piernas al entrar y salir del agua, y el croar de las ranas. De pronto atravesó una zona sin plantas, donde la luz de la luna llena podía alumbrar un poco el camino. Gloria vio su rostro reflejado en el agua. Se detuvo y se miró fijamente las marcas que la droga le había dejado en la cara y las heridas del accidente.

—Camina, hostia —dijo el chico al pasar junto a ella. 

Gloria quiso ver a la mujer que fue antes de que la droga destrozase su cara, pero en lugar de su cara aparecía la de su hija.

Se dio la vuelta y comenzó a correr por donde había venido.

—¿A dónde vas, tía? ¡Eh! ¿Qué coño haces?

Él tenía la culpa de todo. La sedujo cuando trabajaba en la gasolinera, le pegó el sida y ella se lo pegó a su marido. Luego llegó la separación y ella se refugió en él. Probó las drogas y lo perdió todo. En la desesperación, se le ocurrió secuestrar a su hija, pedir un rescate por ella para tener pasta con la que meterse, y aprovechar para pasar un tiempo a su lado.

Gloria llegó a la carretera y corrió hacia donde estaba tirada su hija. Se agachó y le acarició el rostro. La niña tenía las piernas rotas y puede que algún brazo; uno de sus parpados luchaba por abrirse.

—Lo siento, hija mía. Lo siento mucho —dijo, con las sirenas de la policía y la ambulancia de fondo—. Te juro que voy a quitarme y nunca más volveré a hacerte daño.

Se escuchó hablar a la policía con el taxista que realizó la llamada al ver el accidente. Los enfermeros corrieron hasta la niña.

—Creo que está viva. Tranquila pequeña, ¿me oyes? Tranquila —dijo un enfermero.

—¡Eh, rápido, hay dos personas en la furgoneta!

Empotrada en el salpicadero estaba Gloria. 

-Nunca más -dijo Gloria.

 

 

 

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¡¡Qué no he puesto títulooo!

Se titula: El plan

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En su mente

 

    Una y otra vez volvía a ver los detalles en su mente, como si ya hubieran ocurrido tan solo instantes antes de que cogiera el coche. Conduciendo despacio, pues la lluvia arreciaba, se dirigían a la feria estatal. No había nada con lo que disfrutase más Marisa que con un par de vueltas en la noria. La retornaba a su infancia, convirtiéndola en esa pequeñuela que algún día fue, a la que las cosas aún sorprendían. Nando volvió a verse subidos ambos en una de las cabinas de la atracción, cómo en el momento en que esta alcanzaba su máxima altura, quedaban atrapados allá arriba, el ver a Marisa cada vez más nerviosa, con esa risilla suya tan peculiar. Cómo se levantaba aterrada y con el piso mojado, resbalaba, cayendo por el hueco de la portezuela; cómo él agarraba en el último momento su muñeca mientras su mujer le miraba con aquellos hermosos ojos grises, implorando por su vida, suspendida en el aire y aferrada a la mano de su marido. Cómo el cierre de la pulsera de plata que él mismo le había regalado por su último aniversario se partía, perdiendo presión en la sujeción y cómo Marisa se precipitaba hacia el suelo, vislumbrándolo casi a cámara lenta, como en una de aquellas películas de los años ochenta que ahora no recordaba. Casi podía oír el terrible estruendo de su cuerpo destrozándose contra el suelo.

   Volvió a repasarlo. Gruesas lágrimas caían por su rostro, pero no eran de tristeza, sino de felicidad. El plan que se había trazado quedaría a la perfección; tan solo esperaba que nadie se percatara del leve empujón que le daría a Marisa para tirarla por el hueco, aunque no habría mucha gente debido a la tormenta. La pulsera estaba amañada y preparada en la muñeca de su esposa, sentada a su lado y dichosa por el buen rato que iban a pasar. Ya había hablado con el encargado de la noria, y le había dado un buen pellizco por ese momento en suspensión que necesitaba en lo alto de la atracción. Todo estaba preparado y él quedaría como un héroe. Sonreía en silencio. Mientras, las gotas de lluvia se estrellaban contra el parabrisas. Nando las veía sin verlas como un buen augurio. Todo saldría bien y por fin se desharía de aquella condena que ya duraba demasiado. Diez años de desdicha a cambio de un pequeño empujón. Era un buen cambio.

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uuuooo esto marchaaaaaa Risa cachonda

 

 

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  8 relatos, no está mal.

 

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Bueno, yo estuve intentando convencer a atila hasta el último momento, pero parece ser que no va a llegar...

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pos va a ser que no Mmmh

Queda abierto el plazo de votación. 3, 2 y 1 punto para los tres micros que más os hayan gustado y que no se olvide nadie de que hay que valorar tooodos los textos participantes.

Y el ganador de este mes, esta vez sí que el pasado se me olvidó por completo Angus, prometo mandarlo al jefe para que lo ponga en la página principal de la web. Palabrita de Jane ^^

 

 

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jane eyre dijo:

pos va a ser que no Mmmh

Queda abierto el plazo de votación. 3, 2 y 1 punto para los tres micros que más os hayan gustado y que no se olvide nadie de que hay que valorar tooodos los textos participantes.

Y el ganador de este mes, esta vez sí que el pasado se me olvidó por completo Angus, prometo mandarlo al jefe para que lo ponga en la página principal de la web. Palabrita de Jane ^^

¿Todos? ¿No solo a los que votamos? Ceja

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¿Qué parte de todos no has entendido, bonito???? Lengua

Pd; menos el propio, claro jajjajajjaja

 

Edito y me explico un poquillo XDDD Si solo valoramos los que se llevan votos, a los autores de los no votados, el taller no les serviría de nada porque ni siquiera comprenderían qué han hecho mal o menos bien. Así que, como esto es para que aprendamos a la par de divertirnos, es mejor que nadie se quede sin saber qué llegó o no a transmitir su texto Guiño

 

 

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jane eyre dijo:

¿Qué parte de todos no has entendido, bonito???? Lengua

Pd; menos el propio, claro jajjajajjaja

 

Edito y me explico un poquillo XDDD Si solo valoramos los que se llevan votos, a los autores de los no votados, el taller no les serviría de nada porque ni siquiera comprenderían qué han hecho mal o menos bien. Así que, como esto es para que aprendamos a la par de divertirnos, es mejor que nadie se quede sin saber qué llegó o no a transmitir su texto Guiño

De toda tu explicación, me quedo con lo de  "bonito" Lengua

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Rapso dijo:

De toda tu explicación, me quedo con lo de  "bonito" Lengua

¿Atún? Risa cachonda

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sharkbook dijo:

Rapso dijo:

De toda tu explicación, me quedo con lo de  "bonito" Lengua

¿Atún? Risa cachonda

Yo toda mi vida pensando que eran lo mismo, máomeno, y el otro día la pescadera me hizo una disertación sobre las múuuuuutiples diferencias jeje

Pero claro, esto no lo sabe nadie mejor que tú, sharkbook XD

Fin del offtopic.

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Belagile
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jane eyre dijo:

pos va a ser que no Mmmh

Queda abierto el plazo de votación. 3, 2 y 1 punto para los tres micros que más os hayan gustado y que no se olvide nadie de que hay que valorar tooodos los textos participantes.

Y el ganador de este mes, esta vez sí que el pasado se me olvidó por completo Angus, prometo mandarlo al jefe para que lo ponga en la página principal de la web. Palabrita de Jane ^^

vamos, que solo podemos valorar 3 relatos, uno con 1 punto, otro con 2 y otro con 3, pero comentar qué nos han parecido TODOS, no?

Supongo que también hay que justificar por qué lo valoramos así.

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Belagile dijo:

jane eyre dijo:

pos va a ser que no Mmmh

Queda abierto el plazo de votación. 3, 2 y 1 punto para los tres micros que más os hayan gustado y que no se olvide nadie de que hay que valorar tooodos los textos participantes.

Y el ganador de este mes, esta vez sí que el pasado se me olvidó por completo Angus, prometo mandarlo al jefe para que lo ponga en la página principal de la web. Palabrita de Jane ^^

vamos, que solo podemos valorar 3 relatos, uno con 1 punto, otro con 2 y otro con 3, pero comentar qué nos han parecido TODOS, no?

Supongo que también hay que justificar por qué lo valoramos así.

Cooorrecto. Cuando digo votar hablo de repartir los puntos, y cuando uso la palabra valorar me refiero a los comentarios.

Por supuesto, no son válidos los mehagustadomuchísimo ni los nomehagustadonada ni siquera los unrelatocorrecto. Debemos explicar por qué nos ha gustado o por qué no ¿qué menos, no? Guiño

 

 

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Belagile
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jane eyre dijo:

Por supuesto, no son válidos los mehagustadomuchísimo ni los nomehagustadonada ni siquera los unrelatocorrecto. Debemos explicar por qué nos ha gustado o por qué no ¿qué menos, no? Guiño

Me has recordado a una profesora de literatura que tuve en primaria xD

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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