Abri los ojos despacio. Al principio la propia luz de la vela a mi izquierda me pareció dañina, sin embargo poco a poco me fui acostumbrando.
Extrañamente me sentía muy despejada, y veía todo más nítido de lo normal. Con la misma paciencia, me recosté en la cama, y luego me senté en el borde esperando no volver a marearme. Nada ocurrió, me sentía realmente bien. Estaba sola, en una de las habitaciones de la Taberna, la misma habitación en la que había sanado a tanta gente que lo había necesitado; al propio Eleazar, mi marido.
Me levanté con cautela. Y de nuevo me sorprendí por lo bien que me encontraba. Estaba extrañamente ligera y ágil,el tacto del suelo bajo mis pies desnudos era tibio; y a pesar de llevar tan sólo el camisón no tenía nada de frío.
Abrí la puerta y bajé las escaleras que conducían a la sala.
-El caso es que no podemos quedarnos sin hacer nada,- decía Jane con los ojos rojos del llanto, se notaba que estaba cansada y deprimida,- tenemos que encontrar el báculo de ébano.- Paré en seco a mitad de las escaleras, no podía creer que supiesen los del báculo.
Vi al Viejo en la barra. Me pareció que me había visto, por lo que le sonreí para hacerle comprender que me encontraba mejor. Sin embargo, cuando me fijé detenidamente me di cuenta de que no era a mí a quién miraba, estaba inmerso en algún punto que iba más allá de mi posición. Gesticulé un par de veces, para llamar su atención, pero él seguía sin mirarme.
Un mal presentimiento se formó en la boca de mi estómago, baje las escaleras lo más rápido que pude y salí corriendo hacia Jane. Pero era como si no pudiera verme tampoco. Me quedé paralizada, nadie me hacía caso, todos seguían cabizbajos y preocupados. Entonces miré a Roxane, y ella me miró a mí con una sutil sonrisa.
-No...- me atreví a murmurar. Volví a subir las escaleras a toda prisa, deteniéndome en la puerta de la habitación por la que acababa de salir. Giré el pomo lentamente; y entonces caí en la cuenta. Ahí estaba mi cuerpo, tendido sobre la cama. Me acerqué con lágrimas en los ojos; estaba peligrosamente pálida, pero aún respiraba. Caí al suelo de rodillas, estaba destrozada, me moría y no podía hacer nada para ayudar a mis compañeros.
-Debe ser frustrante...- dijo mi hermana a mi espalda. Yo me pusé de pie y la miré con rabia, con rabia e impotencia.
-Tienes que hablar con ellos, tienes que explicarles lo que me sucede, eres la única que puede verme.- Ella sonrió con malicia mientras se paseaba con coquetería por la habitación.
-¿Y por qué iba a ayudarte? ¿Acaso me ves cara de ser tu esclava? Si quieres hablar con ellos apáñatelas tú solita...- dijo fría.
-¡Roxane! Es que no te das cuenta... ¿crees que cuando yo muera todo será mejor para ti? Sabes igual que yo, que si muero Coon te matará a tí, digo Coon como digo cualquiera de los que están esperando abajo; mi existencia es lo único que te hace inmortal. En cuanto muera serás tan fácil de matar como lo es un gusano...-
La duda asomó a su rostro, pero no duró demasiado. En seguida volvió a escudarse en aquella altanería que la caracterizaba. -Te olvidas de que la inmortalidad no es lo único que me mantiene con vida... te olvidas de que yo también tengo poderes. ¡No me subestimes!-
Retrocedí rendida. Realmente eramos muy diferentes. Los recuerdos vinieron a mí, y se clavaron como cuchillas en mi corazón moribundo. -Mira cómo ha cambiado todo...-susurré,- recuerdo lo unidas que estábamos de pequeñas, recuerdo también que nos peleábamos, pero jamás dejábamos que nadie hiciera daño a la otra... recuerdo a nuestra madre, era tan dulce con nosotras, siempre nos dijo que nuestro mayor poder era el amor que sentiámos la una por la otra, recuerdo que nos hizo prometer que siempre nos protegeríamos mutuamente; y ahora, ahora ¡tú me estás matando! ¡Tú!- grité dolida, provocando un haz de luz que nos cegó a ambas por un momento.
-Te pareces demasiado a Madre, es por eso que tu sola presencia me pone enferma; siempre intentando caer bien a todos, siempre haciendo de mártir, siempre ayudando a los demás sin pensar nunca en tus necesidades. ¿Crees que ayudas a tus compañeros? ¡Pues te equivocas! ¡No eres más que un estorbo, te estás muriendo y todo por ser tan cabezota, todo por esta estúpida Taberna! Pero esta será mi venganza... me haré con lo que más quieres, me haré con este lugar igual que hice con el imbécil de Eleazar.- Sentenció.
Creía que de nuevo me había vencido. Pero entonces sacudí la cabeza testaruda. Ella salió de la habitación dándome la espalda, dudé un momento, pero con una fuerza de voluntad que desconocía poseer salí detrás de ella hasta la sala.
-¿Qué le has hecho a Pil?- dijo Coon que acababa de entrar de nuevo.
-Nada, ahí sigue...- dijo Roxane con un nuevo tono frío que no pasó Coon desapercibido.
-Pues nosotros hemos visto una especie de fogonazo desde aquí,- dijo él con astucia.
Vi el miedo atrapado en los ojos de mi hermana, se había quedado sin saber qué inventar, la discusión parecía que sí le había afectado, aunque hubiese sido sólo un poco. Me di cuenta de que era mi única oportunidad. Canalicé toda mi energía como hacía unos minutos y la dirigí a mis manos; entonces le di un bofetón a Roxane con todas mis ganas, y la luz que manaba de mí le araño la mejilla izquierda provocando su grito ahogado.
El Viejo Bastardo se encontraba cansado. Cansado incluso para estar muerto. Todo había vuelto a empezar, y la cosa estaba peor que nunca. Ahora era la vida de su mujer, la que estaba en peligro. Y si el báculo de Ébano era lo único que podía salvarla... entonces el problema era aún mayor, pensó maldiciéndose a si mismo por lo que había hecho con él. O lo que creía haber hecho. Esos recuerdos también parecían borrosos, aunque por causas distintas a los demás.
Miró a Purulento. El pobre estaba devastado, y no era de extrañar. Hacía sólo un rato que le había dicho que su alma estaba condenada.
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Tras marcharse Coon, dejándole la desagradable tarea de comunicar su suerte a su compañero, el Viejo había ido tras la barra a rellenar dos vasos enormes con whisky seco.
-No suelo beber whisky- dijo Purulento.
-Créeme, hoy lo harás.
El Viejo se sentó a su lado y tomó un trago de su vaso.
-Para que lo entiendas, tengo que explicarte la historia de un joven llamado... bueno, supongo que en mis circunstancias ya puedo decir ese nombre en voz alta... llamado Eleazar. Era un joven ambicioso. Un juglar, un tramposo. Un seductor. El joven se enamoró de una mujer. La más preciosa que jamás había visto. Preciosa y poderosa. Una mujer inmortal que venía de una larga saga de inmortales. Prácticamente dioses.
Roxanne sonrió en su mesa, el Viejo la ignoró.
-Eleazar -prosiguió- sabía que podía conquistarla, y lo hizo, pero también sabía que su familia jamás lo aceptaría. Que ella jamás sería libre y que su amor sólo era una fantasía. Además, por mucho que lo consiguiera, ¿qué le esperaban, unos cuantos años de felicidad? Después moriría, y ella seguiría viviendo, joven para siempre.
>>Una mañana el joven se despidió de su amor, dispuesto a encontrar un modo de ponerse a su altura. De encontrar el poder que necesitaba para llegar a ser digno de ella. Tras años de vagar por el mundo, un hombre se acercó a él. Sabía de su motivación y de su búsqueda, y dijo que podía ayudarlo. Le ofreció poder más allá de su imaginación y trescientos años de vida, y a cambio le pidió su alma. El joven aceptó, sin pensar en las conseqüencias, y el hombre le acercó un libro para que firmara en él. Un libro igual que el tuyo. Eleazar le pidió una pluma, y el hombre sonrió. No se trata de ese tipo de firma, dijo, y a continuación una hoja del libro se movió y le hizo un corte al joven en la palma de la mano, salpicando de sangre el volúmen.
-Entonces -balbuceó purulento- el libro... yo...
-Así es -contestó el Viejo- lo siento, amigo, pero has vendido tu alma a un demonio. Y si el pacto es parecido al que yo hice, te queda poco tiempo antes de que éste venga a reclamarlo...
Purulento vació su vaso de un trago, y después el del Viejo. Estaba más allá de todo consuelo, así que el Viejo se limitó a dejarle la botalla en la mesa y levantarse.
Cuando pasójunto a Roxanne, esta le dedicó un guiño.
-Bonita historia, querido, aunque has omitido algunas partes. Como cierta taberna -dijo señalando alrededor con un dedo- llamada por aquellos tiempos la Taberna de Ojosgrises.
El Viejo le dedicó una mueca de disgusto. Sí, esa era otra historia, pero para otro momento. Se dirigió a la barra para servirse otro vaso, pero en ese momento Coon, Jane y Guillaume entraron, llevando en brazos a una desmayada Pilpintu.
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Y el resto lleva hasta ahora...
Ya está a la venta La Taberna de Bloody Mary en la colección A Sangre de Saco de Huesos.