El método Black (T)

Me llamo Alexander Black.

Ahora mismo, la presentadora de un programa de nombre estúpido y vacío habla con su audiencia sobre mi libro. No tiene ni idea de lo que está diciendo, solo lee las palabras escritas en la pantalla fosforescente que tiene delante de sus narices, pero ni por asomo ha leído el libro.

-¿No es cierto, señor Black? Su libro ha alcanzado un prestigio mundial en el último año ¿A qué cree que se debe su éxito?

Me acababa de preguntar algo y yo la miré, sé que lo hice, porque en situaciones como esta, me comporto siempre de una forma automática. Asiento y le sonrío mientras suelto algunas respuestas preparadas de antemano.

No sé como lo hacen, pero siempre terminan preguntándome lo mismo. A mí no me molesta en absoluto, claro está. Es algo que facilita mi trabajo. Así solo tengo que responder siempre lo mismo.

Cuando la entrevista termina, me levanto del asiento y me voy sin más. Claro que escuché cómo me llamaba la presentadora, pero no me volví a mirarla.

Fuera diluviaba, pero no me importaba. La humedad de la lluvia llenaba mis pulmones. Y era lo único que había dentro de mí, aparte de un montón de huesos, músculos, piel, sangre y órganos. Un corazón aburrido y un cerebro podrido.

Hola, soy Alexander Black y soy escritor.

¿Qué importa que mi última novela tenga éxito y se venda como rosquillas en todas las librerías? ¡Mi cabeza está vacía! Es algo insoportable. Nada. Desde que terminé el libro hacía más de un año, absolutamente nada. Como si se hubiese abierto un agujero negro dentro de los remolinos plateados de mis pensamientos y todo el contenido del cerebro se hubiese disgregado y desaparecido por él. Y las entrevistas seguían lloviendo, las firmas de libros y la incesante pregunta de “¿Sobre qué irá su próximo trabajo?”

¿De qué trata mi libro?

Bueno, eso sería fácil de explicar si se tratase de un libro corriente, con sus metáforas ya vistas en otras obras y sus historias nada interesantes pero fáciles de leer.  Pero desgraciadamente no era así. Era oscuro, una historia cruel donde las descripciones estaban llenas de sangre, músculos desgarrados y miembros cercenados. Llena de odio, llena de dolor y sobre todo, vacío. La historia de un asesino.

Lo normal sería que un libro así de hostil no se vendiese tan bien como se vende el mío. Algunos lo comprarían, pero dejarían de leerlo asqueados, horrorizados seguro y sobre todo impresionados. Lo utilizarían para arreglar la pata coja del sofá o tal vez para sujetar papeles. Con suerte el libro terminaría en la basura.

Pero, por alguna extraña razón desconocida para mí, el libro se vendía de una manera descontrolada y violenta, algo asombroso para los tiempos que corrían, ya que la mayoría de la gente no se molestaba en leer nada que no fuera una revista o la etiqueta de algún envase. El mundo se había vuelto tan retorcido que bebía con avidez de historias sórdidas como aquellas. Puede que resultase violento y molesto leer algo así, pero los lectores quedaban atraídos por una extraña fuerza oculta entre las páginas y era imposible para ellos dejar de leer.

“Señor Black ¿De dónde saca esas ideas tan originales y escalofriantes?”

Esa era una buena pregunta, pero yo siempre tenía una respuesta para ella.

Yo le daba al mundo lo que necesitaba. Lo que pedía a gritos acallados bajo máscaras de simpatía. Dentro de cada hogar, la persona que leía mi libro se sentía de repente identificada de alguna depravante manera, atrapada por él, absorbida por algún personaje. Se lo recomendaba a sus amigos, familiares, lo regalaban.

Perfecto.

Metí la llave en casa y cuando abrí la puerta, encontré a la señora Miller junto a la puerta, a punto de irse. La despedí amablemente.

Vete de aquí, deja de tocar mis cosas con tus sucios dedos. ¡Fuera!

Una nueva sonrisa.

El olor a desinfectante no me deja pensar con claridad. Miré mi reloj de pulsera. Aún tenía dos horas antes de que llegase Penny. La dulce y amable Penny.

Me desnudé por completo y me metí en la ducha. Ya estaba mojado, pero el agua caliente y el jabón siempre sentaban bien. Las cosas limpias y ordenadas eran buenas.

Pensándolo bien, tenía ganas de que viniese Penny. Ella me distraería. Yo no suelo necesitar la compañía de otros seres humanos para sentirme bien nunca.  La mayoría de ellos no entienden nada de lo que les digo y me miran extrañados, y si les dijese todo lo que realmente se oculta dentro de mi cerebro echarían a correr. Si estoy solo no necesito fingir que las conversaciones y los asuntos de los demás me interesan y tampoco tengo que comportarme como ellos esperan que sea. Pero Penny no me resultaba insulsa ni irritante como los demás. Penny siempre conseguía distraerme. Lo cual no quiere decir que experimente algún tipo de sentimiento por ella. Simplemente, la soporto.

¿Quién era ese tío del espejo? Ese tío tiene los ojos demasiado fríos como para ser tú. Azul pálido frío e inerte como el mar en invierno.

Anda. Una metáfora. Tal vez deba apuntarla para que no se me olvide.

Hola, soy el cerebro sin ideas de Alex.

Sí. Llevaba más de un año sin escribir absolutamente nada. Mi cerebro se había secado y no quedaba nada dentro. Estaba arrugado y deshidratado como una fruta secada al sol.

Hueco como un macarrón.

¿Otra metáfora? Vaya día.

De pronto el teléfono comenzó a sonar estridentemente y me alejó de mis divagaciones sin sentido.

Era Penny.

Colgué le teléfono antes de que Penny terminara la última frase y miré el auricular con las cejas levantadas. No podía venir.

Me pregunté si sería capaz de escribir algo aquella noche mientras miraba la pantalla apagada de mi ordenador.

Me moví entre las montanas de papeles con paso experto y luego alargué una mano y encendí el ordenador. Inmediatamente el zumbido del ventilador diminuto llenó el silencio de la habitación. Yo me estremezco involuntariamente. Hace bastante frío, sí. Ahora sólo tenía que empezar.

Un minuto.

Dos.

El zumbido del ordenador.

Una gota cae sobre el fregadero.

Nada.

Cambio de posición en el asiento. Me llevo una mano a la frente y me aparto el pelo. Suspiro.

Mierda.

Me quito las gafas y las limpio con la camiseta.

Quince minutos.

Mi cerebro está seco como una pasa. Esto no funciona.

¿Qué tal la historia sobre una abuela asesina?

¡Vaya! Será un éxito en los asilos. No, espera. Morirán todos de un infarto si lo leen. No queremos eso ¿Verdad? ¿Qué diría la critica?

¿Y una historia sobre un niño mago?

Muy visto.

Chasqueé la lengua, exasperado.

 “Díganos, señor Black. ¿No tendrá continuación su libro?”

 “No. Es un libro finalizado. No tendrá continuación jamás.”

¿No? ¿Por qué no? Podríamos continuar la historia, sería muy fácil volver con ella. Recuerda cuánto te gustaba el protagonista.

Sacudo las manos nerviosamente y frunzo el ceño aún más.

¡No! ¡Está acabado! No volveré a escribir sobre ella. No volveré a hacerlo.

¿Hacer qué? ¿Tan difícil resulta para ti recordarlo?

-¡No, joder! ¡Vete de aquí ya!

Ey, Alex. No pierdas los nervios.

Alguien llamó al timbre de repente. Me pregunté quién sería mientras me levantaba, pero al llegar al umbral, un suave perfume a melocotón se filtró por debajo de la puerta y supe que se trataba de Penny. Me preparé para llevar a cabo mi mejor actuación. La de novio perfecto.

Cuando abrí la puerta, Penny entró empapada y se lanzó sobre mí alzando los brazos. Su olor dulce me llenó por dentro.

-Ya sé que es tarde, pero al final he venido a verte.- dijo mientras me daba un beso rápido en la mejilla.

Se suponía que aquello tenía que causar algún efecto sobre mí, pero yo sólo asiento y le digo que no pasa nada.

-Estaba escribiendo algo nuevo.

Sí, claro.

Miré hacia el ordenador mientras le sonreía a Penny. La sonrisa tranquiliza a Penny. Las sonrisas sirven para que los demás crean que todo va bien, que eres como ellos. Una ironía, porque en lenguaje animal, el hecho de enseñar los dientes es una advertencia de todo lo contrario. No te acerques a mí, muerdo.

 La pantalla vacía parpadeó y fue como si estuviese riéndose de mí en su lenguaje de unos y ceros.

-¿De veras? ¿Y de qué trata esta vez?- preguntó Penny interesada.

Penny siempre se traga todo lo que le cuento. Dios la bendiga.

-Es una sorpresa.

Le guiño un ojo a Penny y ella me mira intensamente. Puedo ver cómo su cuerpo reacciona ante mi presencia y eso me provoca cierta satisfacción. Sé lo que quiere Penny y hago todo lo necesario para que ella crea que yo también lo quiero.

Más tarde, encendí la televisión mientras me tomaba una tostada. Penny aún dormía en la cama, desnuda sobre las sabanas revueltas bajo la luz borrosa del amanecer lluvioso.

Pongo el canal de noticias.

“Anoche fue encontrado el cadáver de una chica a las afueras de la ciudad, completamente despedazado y en avanzado estado de descomposición. La policía ha declarado que el cadáver encontrado lleva más de un año enterrado. Las pruebas forenses indican que...”

Joder, esa noche sí que hacía frío. ¿Recuerdas?

Sí, pero cállate.

Luego estuviste horas escribiendo. Tres capítulos completos. El cerebro te zumbaba a toda velocidad. La sangre lo bañaba trazando filigranas de color granate que se mezclaban con los pensamientos plateados que surgían sin parar.

Mordí la tostada y cambie de canal. El pan quemado se desgajó en mi lengua.

En el canal 8 estaban retransmitiendo mi entrevista de ayer.

Otra vez las tetas de la presentadora.

“-Una de las preguntas que nuestros espectadores deberán hacerse con más frecuencia es cuál es el método que sigue para crear sus obras. Díganos ¿Cuál es el Método Black?”

Me veo sonreír encantadoramente. Es cierto que soy guapo. La presentadora me mira embelesada mientras respondo.

“-El Método Black es fácil.”

Nunca más volverás a escribir nada nuevo. Estás seco.

“-Lo primero que hay que hacer en todo proceso creativo es encontrar una idea, un hecho concreto. Buscar.”

Penny se mueve en la cama. Me doy la vuelta para mirarla bajo la suave luz de la mañana recién nacida.

Sí, sí. Tu cerebro está seco y no hay nada dentro. Pero eso se puede remediar.

Me doy la vuelta y dejo caer la tostada en el suelo mientras me dirijo hacia el cajón de la cocina.

Sí.

1. Buscar

“-Una vez encontrada la idea, lo siguiente es asegurarse de que se tiene todo el material importante a mano y preparado.

Ahora puedo sonreír de verdad. Yo les daré lo que quieren tener.

2. Materiales.

Al abrir el cajón, las hojas están intachablemente afiladas, perfectas y preparadas. Los guantes también están allí. Todo.

“-Luego, una vez que se tienen todos los materiales, se busca un personaje principal.”

Camino hacia la habitación muy lentamente mientras me pongo los guantes. El tiempo se ha detenido para mí. Para nosotros.

 -¿Alex?

3. Personaje principal: Penny.

El sabor metálico inunda mi boca mientras sonrío una vez más. La adrenalina comienza a correr por mis venas trazando filigranas invisibles y llegando a cada órgano.

Es extraño. Mi verdadera sonrisa no tranquiliza a Penny. En lugar de eso me mira extrañada con una chispa de pánico en el fondo de las pupilas.

“-Por ultimo, lo más complicado y a la vez divertido. Pasar a la acción. Ejecución”

-Alex ¿Qué haces vestido así?

Ahora estoy lleno de ideas y sé que después lo estaré aun más. Alzó el afilado bisturí en mi mano. Mi sonrisa es de verdad, el frío ha salido al exterior por fin.

Penny no puede huir. Todo está calculado.

Me llamo Alexander Black.

¿Que qué hago?

Soy escritor y a veces, soy un asesino.

-¿Quieres saber sobre que va mi nueva historia, Penny?

Es hora de pasara a la acción. Ejecución.

 -FIN-