El secreto del guerrero

Imagen de Dragonadas y barbarismos

Secreto a voces, y probablemente no el único, pero algo que todo aquel que escriba espada y brujería debería saber: aquí van tres elementos claves en los combates cuerpo a cuerpo.

Lo primero que hay que aclarar es que no soy ningún guerrero de leyenda salido de las brumas cimerianas. Así, las conclusiones que plasmo en este artículo pueden ser erradas. Se basan en mi experiencia en primera persona con el esgrima, el kendo y el karate y con lo poco que he podido ver, desde fuera, de otras disciplinas.

Si las comparto es porque tengo la impresión de que en narrativa fantástica (sean novelas, juegos de rol, videojuegos, librojuegos) se suele poner el acento en aspectos que, en realidad, no son tan determinantes en un combate pero que, de algún modo, se consideran primordiales: la fuerza física, la rapidez, el tamaño del arma... No digo que estos aspectos carezcan de interés, pero no son el meollo de la cuestión. Cuando ves a una cincuentona regordeta que no mide ni metro y medio merendarse a un morlaco de veintipocos y casi dos metros de músculo crudo en un lance de esgrima comienzas a sospechar que hay algo más. Algo a lo que llamamos técnica, claro.

Lo que pasa es que esto no deja de ser un hocus pocus que no nos lleva a ninguna parte. Si no aventuramos en qué consiste la técnica, no hemos avanzado nada, solo puesto un nombre a un resultado. Tampoco vale decirlo en negativo: técnica no es aprenderse unos movimientos prefijados; eso es coreografía. Así que me tiro a la piscina y, al menos, planteo unos puntos de referencia. A ver qué os parecen.

El combate se basa en tres pilares: equilibrio, distancia y tempo.

Equilibrio: La primera cosa que te enseñan en cualquier disciplina de combate es cómo colocar los pies, cómo desplazarte, cómo ponerte en guardia. Las soluciones difieren pero la búsqueda es siempre la misma: tener un buen centro de gravedad que impida que te vayas al suelo al primer embate y te permita moverte con celeridad y precisión. Hay algunos puntos de referencia, además, que se repiten: el ancho de las caderas, al altura del centro de gravedad, la orientación de los pies... y, sobre todo, la máxima: si pierdes el equilibrio, estás muerto. Esto es muy cierto: una persona que pierde el equilibrio en una confrontación se muestra tan vulnerable como un durmiente. Sin buenos puntos de apoyo se pierde la capacidad de reacción, la posibilidad de aplicar la propia fuerza, etc. De hecho, muchas artes marciales recurren como arma a hacer perder el equilibrio al contrario, a desestabilizarlo.

Distancia: Aquí sí que cuenta el tamaño del arma que llevas y tu propio cuerpo. Más generalmente, se podría hablar de percepción del espacio, ya que distancia parece hacer referencia a un espacio lineal que es poco realista. Cuando llevas un tiempo practicando una técnica conoces con precisión tu alcance y eres capaz de valorar el del contrario después de unos cuantos movimientos. El pilar precedente (el equilibrio) permite variar las distancias hasta situarte en el punto adecuado tanto para estar protegido como para resultar un peligro para el adversario.

Tempo: Esta es la madre del cordero. Un combate se inclina a favor de aquel que sabe cuándo golpear. Todo el baile previo sirve, única y exclusivamente, a encontrar ese momento mágico en el que puedes entrar al otro cuando este no está preparado (no tiene el buen equilibrio, no está a la buena distancia) y, a poder ser, descubriendo tu guardia el menor tiempo posible. Buena parte de la estrategia de combate reside, precisamente, en hacer creer al otro que tiene el hueco adecuado y, entonces, pillarlo a contrapié.

Por supuesto, que seas tú quien golpee al otro no implica necesariamente que lo hayas derrotado o que vaya a deshacerse como un castillo de naipes, pero sí marca quién controla la situación. Así ya entramos en otros aspectos, como la resistencia, que dejamos para otras entregas del blog.

Del mismo modo, aquí hablamos de combates personales, aunque puedan llegarse a dar entre varias personas a la vez. En una pelea tabernaria o en mitad de un campo de batalla vamos a tener demasiadas variables revoloteando como para llevar un buen ritmo con todas a la vez. Lo que no quita para que el equilibrio siga siendo primordial... y sobre todo la distancia.

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