Lo que puede ser una tourné literaria

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Un artículo sobre lo que ha sido mi primera experiencia en este frente.

 

Supongo que depende del carácter de cada cual, pero yo, personalmente, no he podido evitar fantasear desde el principio de mi experiencia literaria con lo que supondrían las presentaciones de mis obras. En mi cabeza se mezclaban recuerdos de infancia de cuando traían (o nos llevaban a ver) a un escritor, escenas de películas y, cómo no, mi propia y desbocada imaginación. Hace un mes, más o menos, pude materializar aquel sueño de gloria, aunque, por supuesto, dentro de lo que es el discurrir mundano de las cosas.

Para que nadie se lleve a engaño, aclararé ya que mi primera tourné literaria no ha tenido nada que ver con el glamour que a veces se imagina a estos saraos ni se ha debido, por supuesto, a mi gran capacidad mediática. Ha sido, más bien, la excusa perfecta para irme de vacaciones y encontrarme con una serie de colegas. Y también a algunos lectores desconocidos, que también aparecen de vez en cuando por estos actos.

El escepticismo está justificado. Y esta primera aseveración nos lleva a Huesca y al motivo por el que mi editorial, Grupo Ajec, no organiza presentaciones (se limita a enviar ejemplares a donde el autor o los libreros soliciten): a las presentaciones van cuatro gatos.

En efecto, en la Librería Estilo estábamos cuatro. Bueno, tres (miembros de Oskafriki) y Fernando, el librero (aunque luego se nos uniría también su mujer), sin contar al presentador, Fernando Lafuente, ni a Miguel Puente (el autor de El círculo de Krisky, con quien hice toda la gira), ni a sus respectivas mujeres, ni a -aunque con esto ya podríamos trampear- Félix Royo, que es quien nos ha brindado los vídeos y las fotografías de Huesca y Zaragoza.

La pregunta del millón es, por lo tanto, si merece la pena embarcarse en algo así. Y la respuesta también la tenemos en Huesca: sí, si lo que buscas es un contacto directo entre lectores y autores. En efecto, en la capital oscense no nos dislocamos la muñeca firmando ni conseguimos un seguimiento masivo de los medios (aunque sí que nos entrevistó el Diario del Altoaragón, que siempre es de agradecer), pero pasamos un rato genial durante la presentación y en el ágape al que nos invitaron después en la librería.

Esta primera parada de la gira fue entrañable. Es cierto, no llegábamos a la docena, pero ahí, cada uno de su palo, o de varios, éramos militantes: lectores, autores, libreros, editores, traductores... Todo mezclado pero unidos por una misma pasión por los libros. Como cabe imaginar, hablamos de lo humano y de lo divino, y, cómo no, se nos hizo corto. A ver si para el Liter...

Como cierre de la etapa, me quedo con una reflexión: con todos los cambios que está habiendo en el mundo editorial, los libreros apasionados por su trabajo están en una encrucijada incluso más peliaguda que la de autores y editores. Al final, Fernando, de la librería Estilo, se mostraba optimista, pero era muy consciente de que no pueden dormirse en los laureles: cafés librería, catálogos online, especialización por géneros, conocer bien la mercancía... muchas ideas había en el aire, a cada cual más necesaria e interesante.

De Huesca pasamos a Zaragoza, paradigma de un segundo clásico de las presentaciones literarias: la familia. La familia y, claro, los colegas. La capital maña, cuestión de honor, fue una de las paradas más multitudinarias. En gran parte se debe, por supuesto, a que es mi tierra natal (y a que llevé a los bebés a la presentaciones, que siempre son un buen cebo), y a que vuelvo a ella pocas veces al año. Y, en otra parte, a que hacía un calor del demonio, lo que propicio que vinieran unos cuantos abuelos a pasar un rato a la fresca, cortesía del aire acondicionado del Corte Inglés. Gajes del oficio; cabe mencionar que las caras que ponían cuando hablábamos de los libros eran un poema.

Fue una presentación totalmente distinta, por un lado porque gran parte de la gente hubiera venido aunque presentara un libro de técnicas de programación avanzada, por otro porque teníamos en el público a la única persona que se había leído los dos libros sin ser el presentador de ningún acto: Fernando Martínez. Con él se generó un buen turno de preguntas después de que Óscar Bribián nos presentara (como podéis ver en el vídeo) que en seguida se animó con la intervención de otros miembros del público.

Soy un poco pavo, lo sé, pero me hacía mucha ilusión presentar mi primera novela larga en “casa”, y la cosa salió muy bien. Y mis amigos y familiares no solo tuvieron el detalle de venir (y de quedarse luego a tomar unas cañas), sino que incluso se han empezado a leer los libros. Estuvimos muy arropados.

Las presentaciones literarias también son un acto social, qué duda cabe, así que esta parada, con sus peculiaridades, también era obligada. Creo que Mik, que era “el de fuera”, estuvo muy a gusto.

 

 

 

Dos días después desembarcamos en Valladolid, la etapa anticlimática, como la bautizaríamos al final del día. Era también una cita que cogíamos con muchas ganas porque nuestro anfitrión era Pedro Escudero, con quien tantas cosas hemos vivido. Bueno, pues salió mal todo (o al menos una buena parte). Y, aun así, no se nos borró la sonrisa.

Si en Zaragoza pasábamos de los cuarenta grados, en Valladolid no debían pasar de los quince. Hacía un viento del demonio y, por supuesto, no me había llevado ni jersey. Eso sí, no pensábamos dejar que el tiempo nos enfriara los ánimos, así que, en cuanto Pedro se pudo escapar del trabajo y terminamos de mover unas cuantas cajas de libros (de Saco de huesos), nos tomamos unas cervezas y fuimos a la librería directos a nuestro mayor ridículo. En esta ocasión no había nadie.

Nadie.

Ni uno.

Solo los tres libreros. Desde aquí nuestras disculpas de nuevo a la Librería Rayuela. Si nos hacemos famosos, no consentiremos presentar en otra librería vallisoletana. Demonios, entre las fechas y nuestra paupérrima capacidad mediática batimos un récord de no asistencia. Eso sí, al menos charramos un rato, aunque, claro, algo incómodos. Luego nos bebimos unos kalimotxos y unos tintos de verano (qué idea de bombero) y me fui a la cama entre congelado y muerto de fiebre.

Esta aventurilla pone de manifiesto una regla importante si os da por embarcaros en una road movie de este estilo: aparte de llevar ropa de abrigo aunque sea el verano más caluroso que recuerdes (ponte un jersey, que decía mi madre), elige bien con quién haces el viaje. Esta tourné sin Mik, su mujer Karito y mi hermano Míchel no hubiera sido lo mismo. Incluso en los momentos inevitables de todo viaje en los que los ánimos se crispan por el cansancio, el hambre o (demonios) el frío, hubo risas, paciencia y, por supuesto, cerveza.

Elegir a los presentadores bien es así mismo importante, porque hay momentos en los que hacer de anfitrión resulta muy complicado.

Y de aquí fuimos a la capital, donde quedó patente otro aspecto interesante de las presentaciones: tu libro es expuesto en el escaparate de la librería en cuestión, y si ya había sido la gloria verse por Huesca, Zaragoza y Valladolid, imaginaros en la Casa del Libro de la Glorieta de Bilbao (¡la del Monopoli!). Ahí tuve mi momento provinciano que en seguida se diluyó entre cervezas y conversaciones, y es que en Madrid siempre termino muy bien acogido.

Santiago Eximeno hizo de maestro de ceremonias y el aspecto más aséptico de las grandes librerías en seguida quedó compensado por la implicación del público, donde había gente de Nocte, colegas de OcioZero, algo de familia (mi hermana vive en Madrid)... A estas alturas del viaje se disipó también uno de mis temores, que era el de que las presentaciones resultasen clónicas. Mik evitó hablar de diosas abortistas y quedó claro que, cuando el público se implica, el debate puede coger cualquier rumbo. En ese sentido, fuimos muy afortunados en todas nuestras citas.

Me quedo con una de las frases de Mik en las cervezas posteriores: ir a una presentación no implica que haya que comprarse el libro. Aunque pareciera que lo decía para acallar conciencias (la crisis nos toca a todos, y los treinta pavos que costaba el pack no era ninguna broma), es una verdad como un templo: el autor no va a estas tanto por realizar ventas -a no ser que sea un inocente de tomo y lomo- como para tener su momento de gloria. Son muchas horas escribiendo para ganarse el derecho a decir aquello de “he venido a hablar de mi libro”.

La siguiente parada: Valencia. La brisa costera nos dio fuerzas para continuar con el periplo y nos hizo preguntarnos cómo sobrevivíamos de niños, cuando los coches no tenían aire acondicionado. En esta ocasión fue Sergio Mars nuestro cicerone y el marco elegido, Bibliocafé, una librería bar de la que nos habían hablado maravillas. Bueno, todos los elogios estaban justificados. En esta parada cumplí mi sueño de beberme una cerveza mientras presentaba mi libro.

También fue una de las presentaciones más atípicas, porque en seguida nos enganchamos a hablar de mitología (había por lo menos media docena de expertos en la sala) y casi nos olvidamos de los libros. Fue quizás la parada en la que estuve más relajado (combinación del cansancio y la cerveza y el buen ambiente), y la velada se redondeó con una charrada entre jarras en un sitio magnífico al que nos llevó Ángeles (gracias, compañera), donde estuvimos de amena conversación con recientes descubrimientos y viejos conocidos a los que veo muy poco. Luego, cena pantagruélica en un oriental y como colofón el mejor (y más picante) Bloody Mary que me haya bebido nunca.

Si ya me duele perderme la Hispacón, el dolor se vuelve doble por perdérmela en Valencia. Otra vez será.

Y ya, como cierre, Barcelona. De camino pudimos constatar que, en efecto, toda España estaba en obras: no tuvimos ni un solo trayecto sin cortes o desvíos. Y también, una vez más, que a las presentaciones va gente que no conoce a los autores.

Para mi sorpresa, esta cita también fue multitudinaria, y además coincidimos con algunos colegas a los que no contaba ver (y con autores a los que no les había puesto cara). Y ahí, en el embriagador cansancio del momento, me dije que sí, que a pesar de haberme conseguido enfriar con 40 grados a la sombra y a pesar del cansancio, aquel viaje había merecido la pena. Y mucho.

Y no solo por ver a mi hermano presentando como si fuera un experto en la materia (incluso se equivocó por tres años con mi fecha de nacimiento; nadie hubiera podido creer que fuéramos familia), ni por la acogida de la Fnac de Arenas, que nos invitaron a una Voll Damm que nos soltó la lengua, sino, sobre todo, por los encuentros que se suscitaron, por las horas de conversaciones.

 

Una gira de presentaciones, a menos que seas un autor muy mediático o muy asentado en el mundo editorial, creo que hay que tomársela como eso: una combinación de vacaciones y puntos de encuentro con lectores, otros autores y demás apasionados de la literatura. En mi caso, desde luego, ha sido una experiencia muy enriquecedora y que además, en cierto modo, me ha permitido ver mi obra, e incluso mi trayectoria como autor, desde una perspectiva distinta.

La escritura es una actividad solitaria. La publicación no tiene por qué serlo.

 

Mis agradecimientos a todos los que habéis hecho tan especial esta gira. No os he nombrado uno a uno, fuera de los presentadores, ¡porque fuisteis tantos que el artículo hubiera ocupado el doble! Muchísimas gracias. Hacéis que estas ideas peregrinas tengan sentido.

Y doble agradecimiento a Félix por estar ahí y por hacer los vídeos de las primeras presentaciones. Gracias, compañero.

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Ángeles Pavía
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 Fue un verdadero placer conoceros a todos y pasar un rato tan sumamente agradable. Lástima que no pudiéramos quedarnos a la cena 

Somos el tejido del que estan hechos nuestros sueños. 
www.codexiuvenis.com

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PedroEscudero
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¿Cómo que no había nadie? ¡Estuvo el señor que captó Karito!

Si cuando dicen que Valladolid es una ciudad fría, no se miente...

 

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Aldous Jander
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Se nota que debió de ser una experiencia enriquecedora. Cuando yo estuve en El Corte Inglés de Zaragoza fue... anecdótico jaja (hubo un hombre con cara de distraído -de muy distraido-, que tras contemplar con interés el libro y escuchar atentamente mis balbuceos ciencia-ficticios durante toda la presentación preguntó el precio durante la ronda de preguntas: "¡Huy que caro!" dijo, imagina las caras de la gente  ).

Imagino que la satisfacción debe ser doble, si como comentas las presentaciones os las currasteis vosotros, sin mediación de AJEC. Enhorabuena a los dos.

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Miguel Puente
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Lo mismo digo, Kachi.

Mereció mucho la pena

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stikud
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Por lo que a mí respecta, fue un placer enorme presentaros en Huesca y un honor que pensarais en mí para tal menester. Sois gente estupenda con la que da gusto hacer cosas, y seguro que nos implicaremos en muchas más.

Estoy completamente de acuerdo con la percepción de Kachi sobre las presentaciones; pretender otra cosa es vivir en los mundos de Yupi. No hay que quedarse con el mal trago de Valladolid, que fue un simple tropezón, sino con las experiencias vividas en todos los lugares visitados, tan diversas como enriquecedoras.

En cualquier caso, leer el artículo me ha recordado una frase de uno de mis grupos favoritos, que dice algo así: "Esto no lo hacemos por el dinero, ni lo hacemos por la gloria; esto lo hacemos por el puto rock and roll". Creo que se entiende la idea.

¡Un abrazo!

 

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