La visión del editor: Cuentos inhumanos

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Mis impresiones personales sobre la primera obra en "solitario" que publicamos en Saco de huesos.

Cuentos inhumanos fue, de alguna manera, la puesta de largo de la editorial. Aunque ya llevábamos cierto rodaje con las antologías de varios autores, era la inauguración de la línea A sangre, en cierto modo la que motivaba la creación del sello: en ella íbamos a publicar —este era el objetivo, y sigue siéndolo— a todos aquellos talentos que sabíamos existían en el panorama nacional de la literatura de terror y que, al mismo, no encontraban un marco adecuado para su obra y sí muchas puertas cerradas sin más explicaciones —a veces, sin respuesta alguna—. La cuestión, obviamente, era si alguno de esos talentos se iba a poner en nuestras manos. Y, como caído del cielo, nos llega José Miguel Vilar-Bou.

Cuentos inhumanos - Vilar Bou - LeonettiSin duda, la señal de que teníamos —y espero tengamos aún— buena estrella. José Miguel Vilar-Bou era en aquellos tiempos —hablo del 2009, aunque el libro se publicaría en enero del 2010— un escritor que iba de boca en boca. Llevaba dos novelas publicadas, Los navegantes, con Grupo Ajec, y Alarido de Dios, con Equipo Sirius, que habían dado mucho que hablar entre los aficionados y entre los escritores tanto por la calidad de la prosa como por la originalidad de los planteamientos. Era de los que estaban dando una vuelta de tuerca a la fantasía épica.

Tampoco nos era extraño en relato: había participado en Calabazas en el Trastero: Arañas y yo lo había disfrutado en otras publicaciones, como la difunta Historias Asombrosas. Eso sí, nos venía con una compañera de viaje de la que no había oído hablar: la ilustradora Verónica Leonetti, con la que acababan de llevarse el segundo premio del Concurso de cuentos ilustrados de la Diputación de Badajoz con La quietud que precede, una formidable antología con algunos puntos en común con Cuentos inhumanos.

Era el cuarto manuscrito que recibíamos y no nos costó mucho decidirnos, la verdad. Solo le faltaba venir con lazo.

Las credenciales ya las habéis leído, y no podían ser mejores para un sello de small press que acababa de arrancar, pero lo que de verdad se nos metió en el bolsillo fue el propio libro. Para empezar, la sintonía entre relatos e ilustraciones era total. A veces tienes la impresión, con proyectos de este estilo, de que un artista está haciendo un favor a otro, de que no hay plano de igualdad, de que una parte ejerce de lastre de la otra... en estos casos lo que podría ser un valor añadido dinamita la línea de flotación del proyecto a causa de las dudas y complicaciones que genera. Mejor ir por separado. Excepto, claro, cuando tienes algo como esto: el tándem artístico Vilar-BouLeonetti funciona a las mil maravillas. Consiguen que el conjunto sea mayor que la suma de las partes.

Además, se trataba de una obra llena de carácter propio. Recuerdo que David Jasso acuñó el término de filosofía oscura cuando nos enfrentábamos a la difícil tarea de buscar un texto de contraportada que hiciera justicia al libro. Aquello era fosco más que terror, y era precisamente lo que queríamos llevar a los lectores: nuevas voces con cosas nuevas que merecían la pena ser escuchadas.

Para rematar el proyecto, ambos artistas mostraron una profesionalidad absoluta. A pesar de ser nuestro primer título ilustrado, no tuvimos ningún problema con el apartado gráfico gracias a las facilidades brindadas por Verónica Leonetti. Por su parte, los textos tuvieron tres correctores de estilo y José Miguel Vilar-Bou todavía era capaz de mejorarlos con nuevas pinceladas. Magia y dedicación. Y os podéis imaginar la paciencia que mostraron con un sello que estaba en pañales y seguramente con muchos pájaros en la cabeza —cuervos, con toda probabilidad—. Puede parecer secundario pero no lo es: trabajar con comodidad y confianza entre autor y editor, aunque no sea garantía de nada, es parte de la química que permite dar a luz buenos libros.

El único punto que aún dudo que resolviéramos bien fue incluir el libro en la colección A sangre y no en Taradaña, la dedicada a obras ilustradas y cómics. Hay que tener en cuenta que todavía no sabíamos muy bien cómo iba a desarrollarse la línea editorial y quizás sorprenda saber que de esos cuatro primeros proyectos recibidos, dos iban para la línea Aquelarre —antologías de varios autores—, uno era un cómic y el último, Cuentos inhumanos. En su día nos pareció la opción más acertada. Ahora toca a los lectores juzgarlo.

También fue el libro con el pagamos la novatada de la primera transformación a digital, pero esa es otra historia que dará para otra entrada. Y, por compensar, incluye el relato El laberinto de la araña, que fue Premio Nocte a mejor relato nacional.

En resumen, creo que no podríamos haber arrancado con un proyecto mejor. Estoy francamente agradecido al voto de confianza que nos brindaron estos dos artistas y por completo convencido de que haberlos tenido en el catálogo ha animado a otros autores de talla a apostar por nosotros. Por eso, cualquier ocasión es buena, y grata, para rememorar aquel primer lanzamiento de A sangre. Así, de paso, nos recordamos de lo alto que apuntaban nuestros sueños, que es algo que tampoco conviene olvidar en el maremagno del día a día.

Por si tenéis curiosidad, encontraréis más información sobre la antología en: http://sacodehuesos.com/a-sangre/cuentos-inhumanos

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