Frágil vanidad
La condesa estaba tan acostumbrada a las alabanzas de sus aduladores, que el día en que un niño le arrojó la verdad sobre su fealdad a la cara, la sexagenaria estalló en un millar de cristales de Swarovski. Entonces sí, hombres y mujeres se la disputaron a puñetazos.
La mujer del hortelano
“Si no eres mía no serás de nadie”. Aquellas palabras fueron su despedida y su panegírico.
He inventado algo sobre mí mismo que va más allá de mí mismo. Moebius no está detrás, sigue una existencia paralela a la mía.