Clase nocturna

Imagen de HPLovecraft

En un viaje iniciático a través del misterio, el miedo y la desesperación, Piccirilli eleva el listón del terror con una obra maestra indiscutible. Clase nocturna es una sobrecogedora experiencia que muchos lectores tardarán en olvidar.

SINOPSIS

Tras el regreso de las vacaciones navideñas, Caleb Prentiss hace un macabro descubrimiento: durante su ausencia, una chica desconocida ha sido brutalmente asesinada en su dormitorio. Para él, un estudiante frustrado por el tedio de los estudios, ese suceso supondrá algo más que un incidente extraño y se convertirá en una obsesión a la que aferrar su oscura vida de universidad. Emprenderá una búsqueda desesperada por averiguar la identidad de la chica y del misterioso asesino, una búsqueda que no podrá abandonar ni siquiera cuando toda su vida empiece a derrumbarse a su alrededor.

En un viaje iniciático a través del misterio, el miedo y la desesperación, Piccirilli eleva el listón del terror con una obra maestra indiscutible. Clase nocturna es algo más que una historia, es una sobrecogedora experiencia que muchos lectores tardarán en olvidar.

 

EL AUTOR

Thomas Piccirilli es un escritor estadounidense nacido en 1965 en Nueva York. Fue al instituto Suffolk Community, frente al cual se encontraba el Pilgrim State Psychiatric Hospital, en el que se inspiró para el escalofriante Panecraft Asylum, escenario de muchas de sus novelas y relatos. La muerte de su padre, sin resultar traumática, le marcó de forma profunda, aspecto que se refleja en sus obras. Empezó a escribir seriamente en el instituto, donde siguió unos cuantos cursos de escritura, contando con algunos admiradores de su talento. Su interés por el terror le viene prácticamente de nacimiento. Su padre era un aficionado de las películas de terror y las primeras que Piccirilli recuerda haber visto son El Planeta de los Simios (Planet of the Apes, Franklin J. Schaffner, 1968) y El Abominable Doctor Phibes (The Abominable Dr. Phibes, Robert Fuest, 1971). Entre los autores que más le han influido se cuentan Robert Bloch, Manly Wade Wellman, Charles Beaumont, Richard Matheson, y Rod Serling, y es también lector asiduo de escritores como Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft, Lord Dunsany, Algernon Blackwood y William Hope Hodgson.

Sus relatos fueron apareciendo en diversos tipos de publicaciones hasta que se confirmó como un sólido autor del género. Su narrativa mezcla la ansiedad y el lado oscuro y perverso de la realidad. Sus historias van del horror clásico a la fantasía oscura, con una especial predilección por los demonios y las figuras religiosas. Su primera novela, Dark Father (1990), es quizá la menos representativa de su estilo y, de hecho, la única que en algún momento hubo de reescribir para ajustarla a los criterios editoriales. Después de la publicación de la recopilación de relatos Pentacle (1995), ganadora del premio Deathrealm, su carrera literaria se vio definitivamente lanzada y en apenas nueve años y once novelas cosecharía un éxito indiscutible. En el 2001, ganó su primer Bram Stoker por A Student of Hell, una recopilación de poemas. Posteriormente obtuvo dos más: uno por la presente Clase Nocturna (The Night Class, 2000) que algunos consideran su obra maestra y otro por el relato The Misfit Child Grows Fat on Despair (2003), convirtiéndose en una figura internacional y referencia imprescindible para todos los aficionados del género.

 

ANÁLISIS

Muchos lectores asiduos a la literatura fosca consideran que Clase Nocturna no se ajusta a lo que estaban esperando cuando compraron el libro. Y lo cierto es que no se trata de una mera opinión puntual, pero quizá está más basada en la idea que nos han trasmitido de terror que a un fallo conceptual de la obra por parte de su creador. En efecto, no hay crímenes sangrientos (bueno… sólo hay uno, claro está) y no hay monstruos que acechen por las esquinas sedientos de sangre. Pero, al igual que sucede con la obra de Jack Ketchum, nos muestra que el terror más diabólico se encuentra encerrado dentro de los confines de nuestro propio cerebro, esperando poder salir. La perversión y oscuridad del alma humana alcanzan límites que las pobres abominaciones de otro plano de existencia nunca habrían imaginado. Pensemos: una vez finalizado un libro cuyo antagonista principal es un no muerto, ¿acaso tememos su aparición por algún callejón oscuro? Naturalmente que no. Pero, ¿y el semejante que disfruta causando daño a sus víctimas?

En muchas novelas podemos encontrar la figura del antagonista, o conjunto de ellos, que responden al rol del torturador, el violador y/o sádico asesino que disfruta bañándose en la sangre de otros. Pero también existe aquel que goza corrompiendo y pervirtiendo las mentes ajenas, destrozando sus almas y su cordura. Con respecto a este no sólo es posible su aparición en el mundo real sino que, probablemente, nos hemos cruzado con individuos así en decenas de ocasiones a lo largo de un solo día. Esa idea sí resulta perturbadora. El autor nos previene contra este tipo de monstruo cosmopolita, sádico y decadente, tan terrorífico o más que aquél que se basa en las vísceras y los riegos de sangre por aspersión: el individuo de mente retorcida e insensible que golpea en el delicado equilibrio que mantienen aquellos que le rodean. Esos monstruos disfrutan destrozando la paz interior de otros, mostrando que su depravada visión del mundo es la correcta.

La muerte del padre de Piccirilli, como ya hemos visto, fue un hecho que le marcó de forma profunda. De hecho, el autor admite que su padre fue para él como un dios cuya presencia siempre estaba sobre él, desde el más allá. De forma paralela, y precisamente por ello, es coherente contemplar en Clase Nocturna cómo el protagonista la novela tiene dificultades en la relación con sus compañeros y profesores, precisamente, por el fallecimiento de sus padres cuando él era más joven. El dolor de la pérdida de Piccirilli reaparece, de nuevo, proyectado en uno de sus personajes. Caleb, de alguna forma, parece entrar en contacto con su hermana muerta, una antigua monja, a través de los estigmas que de cuando en cuando aparecen en su piel. En opinión del autor, Dios parece escoger a sus favoritos incluso entre los menos adecuados. De igual modo, Caleb parece estar de esa forma en contacto con Dios, incluso cuando quizá él no es el más indicado para ello.

El libro se encuentra plagado de las imágenes fantasmales de la hermana de Caleb, visiones surrealistas de pesadilla que están fuertemente ancladas en la iconografía religiosa. Entre otros muchos detalles, el protagonista sufre estigmas, heridas que se consideran asociadas a personas de fuertes creencias religiosas (los cinéfilos recordarán la película Stigmata de 1999, dirigida por el inglés Rupert Wainwright). No obstante, lejos de resultar terroríficas, dichas escenas parecen estar creadas para incrementar la sensación de claustrofobia que transmite la novela, de in crescendo inquietante que conduce hacia el dramático final. Piccirilli confesó en una entrevista que su experiencia universitaria no fue todo lo agradable que hubiera deseado: demasiados intereses ajenos a la enseñanza en sí se juntaban en las aulas. En parte, fue esa experiencia el germen de Clase Nocturna. Analizado desde una perspectiva imaginativa, la universidad se asemeja a un gigantesco manicomio en donde las habitaciones de los estudiantes forman las celdas donde son contenidos los enfermos. Pero en este caso la enfermedad ronda todos los rincones y asalta a todos y cada uno de los habitantes del edificio.

El estilo de Tom Piccirilli es endiabladamente difícil de leer. Se trata de un complejo autor con el que el lector no puede saltarse una sola frase ni despistar su atención un solo momento del papel, pues corre el riesgo de perder el hilo del relato y tener que retroceder varios párrafos para retomarlo. El lenguaje metafórico que el autor emplea, imaginativo y rico en matices, así como la introspección continua en la mente del Caleb, no admite distracciones. El fluir de la obra, por tanto, no siempre es todo lo rápido que sería deseable y, desde luego, no es un estilo precisamente visual. Esto puede ser algo tan positivo como negativo, dependiendo únicamente del juicio estético y las preferencias del lector. Pese a tratarse de un escritor de gran éxito, Piccirilli no es un autor comercial al uso, refrenando sus palabras y embelleciendo sus textos. Todas sus novelas contienen una buena dosis de palabras malsonantes, sexo y violencia, por fortuna para aquellos que pretendemos leer literatura de terror adulta. Sin embargo, no se trata de incluir expresiones más o menos bastas de forma gratuita, muy al contrario, sino de añadir aquellas que sirven de forma clara a la trama. Curiosamente le han llegado a tildar de pretencioso y pedante por el estilo que usa pero… en fin, el que no sepa qué significa una palabra sólo tiene que buscarla en el diccionario, ¿verdad?

En definitiva, y parafraseando el artículo de un cómic que tiene tres lustros (un no-premio para quien pueda descubrir cuál es) la novela impacta como un balazo del .44 en plena frente.

 

 

Calificación: 95

Título: Clase Nocturna

Autor: Tom Piccirilli

Editorial: La Factoría de Ideas

Edición: Rústica, 256 páginas

Lo mejor: Una trama hipnótica y claustrofóbica con un final descorazonador.

Lo peor: Algunos pueden que el libro usa una prosa retorcida y confusa.

Resumen: Tras las Navidades, Caleb Prentiss descubre que una chica desconocida ha sido brutalmente asesinada en su dormitorio. Trastornado por el hecho, tratará de saber quién era la chica, la identidad de su asesino y las razones que han conducido a su muerte.

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Patapalo
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Una reseña muy acertada, compañero, tanto que creo que me ahorraré la mía. Suscribo todo lo que has dicho. Lo único que añadiría es que me llamó mucho la atención el tono onírico que adquiere la historia en algunos momentos, uno de sus puntos fuertes -en mi opinión-, y que el desconocer cómo es un campus americano puede hacer que parte de la trama resulte confusa. No conozco mucho este mundillo, así que algunas cosas me resultaron chocantes. Desde luego, su concepción de la universidad dista bastante de la nuestra.

Un placer leerte.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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