La ciudad vertical

Imagen de Odin

Reseña de la novela de ciencia ficción de Javier Torras

La ciudad vertical ha sido una novela que ha caído en mis manos recientemente y, que a pesar de no ser amante de la Ciencia Ficción, me ha dejado gratamente sorprendido.

Javier Torras nos traslada al año 2659. Una serie de catástrofes han desolado el planeta y las potencias económicas deciden que las ciudades se mantendrán aisladas unas de otras y crecerán de manera vertical. De esta manera, cada ciudad quedará aislada del resto, lo que limitará de manera considerable la capacidad crítica de los ciudadanos, hasta el punto de llegar prácticamente a desaparecer. Además, como si de una sociedad del antiguo régimen se tratara, en las plantas altas se establecerán las familias ricas y dominantes, donde el aire es más puro, mientras que a medida que bajemos de niveles el poder adquisitivo irá disminuyendo, hasta llegar a los niveles más bajos, donde la podredumbre y la falta de atenciones serán la tónica habitual del día a día de sus habitantes. Así, un grupo de disidentes, ante la llegada a Madrid de la primera visita internacional después de 300 años, por parte del presidente francés, planean una revolución para derrocar e intentar cambiar esta nueva sociedad.

En este escenario se desarrolla La ciudad vertical, donde el protagonista, Antonio, Conservador del Museo de Historia, se verá en mitad de una guerra.

La historia de esta novela se desarrolla aquí en España. Concretamente, Antonio, el protagonista, vive en Madrid, donde todo esto se está fraguando. Hablamos de ciudades altas, decadentes, donde solo los privilegiados tendrán derecho, incluso, a ver la luz del sol. El hecho de que todo esto se desarrolle en nuestro país es todo un acierto. Afortunadamente, cada vez hay más autores nacionales que deciden apostar por encuadrar sus novelas en su país de origen, sin necesidad de recurrir a los ya típicos Estados Unidos, y darles a sus personajes nombres comunes, lo que permite al lector, a su vez, empatizar con elos. Al fin y al cabo, no dejan de ser personas normales y corrientes, con su nombre normal y corriente, y su trabajo normal y corriente. Y a todos en algún momento nos gusta imaginarnos cómo héroes.

En lo que concierne al estilo, Javier Torras no hace malabarismos con las palabras. Apenas hay experimentos de ningún tipo. Sencillamente, relata la historia, de una manera directa, simple. Sin regodeos. Además, la mayoría de los capítulos son cortos, de apenas 2000 o 3000 palabras. Todo esto hace que la novela sea de lectura ágil, rápida, y sencilla, apta para todo tipo de lector.

Y por supuesto, como uno que es amante de Los Mitos de Lovecraft, y cuyo relato favorito es Días de ocio en el país del Yann, lo que más ha disfrutado de La ciudad vertical es la atmósfera. Un buen texto tiene que estar bien centrado en su correspondiente ambiente. Y las ciudades verticales serán en ocasiones brillantes, en ocasiones decantes, y en ocasiones incluso opresivas.

Como nota negativa, diré que la portada no ha terminado de convencerme del todo. Aunque realmente represente una ciudad vertical, personalmente le habría intentado dar un toque algo más oscuro.

En definitiva, su autor ha creado una muy buena novela. Que no reinventará la literatura, y que quizás en algún momento resulte algo previsible, pero que disfrutarán todos los amantes de la Ciencia Ficción, de la historia, pues no deja de ser una sociedad similar a la del antiguo régimen, y de las novelas de aventuras.

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