Cartas desde la mar II

Imagen de Luc Hamill

La mar es la vida, es la alegría para los sensibles a la belleza. Quizás otras cosas sean más importantes, como el arte, la poesía, la filosofía... Pero, antes de todo eso, ya existía el mar.

Me ha dicho sin pudor una sirena que no le va mi travesía, y que para noches como ésta prefiere que siempre sea de día. Que vive en el mar por su condición pero que si por ella fuera se pasaría toda su vida en los lujos de una mansión. Que prefiere la brisa de las ciudades de Londres o Turín porque aquí todo le da náuseas y la mece, y que su figura se merece haber nacido allí. Y dijo para rematar ella que con tantos mensajes de botellas, yo empiezo a sobrar aquí.

 

Incluso dijo que no le gusta mi navío porque sus cañones la aburren y no la dejan que susurre en el fragor de su gentío. También que cuando escribe mi pluma la orilla se queda sin espuma. A todo su enfado y agonía sólo una pregunta le haría: ¿tan frágil espejo considera al mar para que no le vea su reflejo dibujar? Acaso será un lienzo, pero sigue sin ver su retrato. Para ella todo es un garabato. Así no hay papeles ni pinceles que la consuelen. A pesar de todo, suelen dejarse ver. Las estrellas, suelen dejarse ver. Y muchos lo olvidan, pero es a cambio de nada. Si la sirena por más triste y herida soñara con un hada, quizás podría aprender las cosas que la mar suelta en su mecer.

 

Pero ella siempre tendrá algo de pez, y por más que quiera, es otra vez a ti a quien escribo. Con tanto oleaje, entre tanto viaje, pero nunca lo olvido. Navegando sin mapa porque no necesito cartas para saber que eres la más guapa. Y además sabe la mar que no llevo más tripulación que la que hay en mis entrañas. Una tripulación reclutada en el pasado, toda de hombres que te han conocido y te han amado. Hoy todos tienen el corazón envenenado.

 

Ay, si esos comentarios de la sirena me los dijera la Luna cuando está llena, yo no sabría cómo faenar sus ideas. Tendría que esconderme para que no me viera, que si me lo dice ella, no me lo dice una cualquiera. ¿Por qué a la Luna tanto respeto? No te lo puedo decir en este mensaje tan escueto, pero es sólo un mirar a su silueta perdida, y un deseo de girarla para que por una vez me muestre su cara escondida.

 

Y si esos comentarios de la sirena me llegaran firmados de parte del mar, yo no sabría qué contestar, ni sabría de qué forma tendría que acabar estas líneas, que por más que escriba estos versos... no conquisto su universo. Ni conquisto lo que haya allende los mares, porque sabe la Luna que su plata es mi cuna, y que si la robo de sus estrellas me quedaré sin ninguna.

 

No obstante, ayer conocí a otra sirena que ama al mar como yo, como si en él se le fuera la vida. Me dijo de su amiga que lo que decía era una pena. Que no hiciera caso de aquella, que casi siempre olvida las cosas importantes. Y me dijo más. Me dijo navegante, si a cada segundo el azul profundo no me reclamara, estaría encantada de acompañarte para coronar una isla con vuestra historia, vuestra victoria... Y vuestro estandarte.

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