Cruzando, de nuevo, un portal de palabras

Imagen de Patapalo

Si no hubiera portales como éste, que de vez en cuando permitieran aventurarse por la tierra de los sueños, todo resultaría un poco más gris.

Quizás porque con la perspectiva de las vacaciones tengo la impresión de cerrar una primera etapa de OcioZero, quizás por las intenciones que llevamos de presentar el libro en Zaragoza allá para el 20 de agosto, el caso es que he sentido el impulso de hablaros de esta puerta abierta al mundo de los sueños que es Un portal de palabras II.

 

Es complicado explicar lo que un simple libro -páginas encuadernadas llenas de tinta- puede llegar a suponer, la sensación extraña que te aborda cuando tomas algunos en concreto entre tus manos. Puede que se deba a que son objetos especialmente susceptibles a atrapar recuerdos, y quizás también sueños. En cualquier caso es algo tan personal que no me hubiera puesto a escribir sobre ello -al menos en este tono- si no fuera porque, al cierre de OcioJoven, me di cuenta de que para mucha más gente de la que pensaba aquello era algo más que una simple web. Y es que es ese mismo sentimiento el que hace que Un portal de palabras II sea algo más que un simple libro.

 

Sobre la calidad del mismo ya hablarán otros -sería un poco absurdo que lo hiciera yo, que estuve en el jurado que seleccionó las obras más meritorias y dignas de aparecer en sus páginas de entre las presentadas al III Certamen de Relato Joven-, y estoy convencido de que lo harán en términos elogiosos. He leído muchas antologías, y el resultado de ésta es mucho más que digno.

 

Yo preferiría hablar sobre algo más que encierra a parte de simples historias; de su espíritu, en definitiva.

 

Cuando recalé en OcioJoven, hace ya unos cuantos años, aquélla era una comunidad que llevaba su tiempo rodando. Ya había conocido sus tiempos de Dragonmania, e incluso en su nueva forma tenía su experiencia a sus espaldas. Y aunque quedaban cosas por hacer -¿dónde no quedan?-, transmitía esa sensación de faro atemporal en mitad del océano internáutico. A pesar de ello, sus pobladores eran receptivos a los nuevos fichajes y, aun sin pretenderlo, pronto me sentí como en casa y me quedé.

 

Al principio todo quedaba en un nivel relatos - comentarios a relatos, puesto que nunca me he apañado muy bien con los foros, pero al final acabé descubriendo éstos también. En el de Literatura, concretamente, se gestó lo que ahora es una antología en su segundo volumen. Lo hizo del modo más natural: un pequeño desafío, unos cuantos protoescritores que rondábamos por ahí y una sana competición. Ésos son los cimientos que, con un poco de atención podrá paladear el lector en el libro. Luego fueron llegando los añadidos: jurados de honor como León Arsenal, patrocinadores que brindaban lotes de libros, nuevas categorías, la primera antología conmemorativa... En ocasiones resulta sorprendente ver hasta dónde puede llegar el efecto bola de nieve cuando ésta no es otra cosa que el entusiasmo de los parroquianos.

 

Ahora, cuando echo la vista atrás, casi lo que más me emociona de esta experiencia ha sido ver cómo ha servido de excusa para trabajar juntos gente con las mismas aficiones (pasiones, diría incluso). Hablo, por supuesto, de los que han estado organizando y apoyando directamente el circo que siempre supone algo de este estilo, pero también de los propios autores que acuden a convocatorias de este nivel, donde lo máximo que puede aspirar a ganar uno es la gloria y la satisfacción de haber escrito algo interesante. En cierto modo, me recuerda a las competiciones de esgrima que frecuentaba en París, donde a fuerza de batirnos terminábamos por desarrollar una sólida camaradería.

 

Pasa el tiempo y uno se da cuenta, con estos pequeños altos en el camino, de que la aventura de escribir no es tan solitaria como uno podría haberse temido. A veces no es necesario ni siquiera cruzar unos correos electrónicos, ni unos mensajes por el foro. Reconocer el nombre -o el pseudónimo- de un compañero de lides literarias puede ser suficiente. Desde luego, creo que es muy positivo, tanto para lectores como para autores, que andemos a calzas revueltas de vez en cuando, historia de ver cómo crepita de creatividad el propio ambiente.

 

De algún modo, poco a poco se forja una complicidad, o un entendimiento privilegiado, y ése es el que aflora, en cierta medida, cuando terminas viendo el trabajo cristalizado en un libro gracias a un editor que tiene fe en la renovación del género y en la cantera de nuevos autores. No creo que sea casual que Grupo AJEC, que nació a raíz de un concurso (el famoso Melocotón Mecánico) no tan distinto de nuestro Certamen de Relato Joven, nos haya apoyado en este trecho del camino; estoy seguro de que, en su tiempo, vivieron momentos similares. Y eso es algo que también llena de satisfacción.

 

Ahora sé que nosotros también, sin saberlo, nos íbamos encauzando por una vía que, aunque no las tuviéramos todas con nosotros, sí que va hacia algún lado. Lo sé porque esos mismos nombres que inscribimos con la complicidad de gente que seguía creyendo en los sueños, de lectores que son capaces de brindar su tiempo a autores que todavía no lucen un nombre conocido, ahora ya van sonando más, e incluso encabezan sus propios libros en solitario.

 

Cuando recalé en OcioJoven no esperaba mucho más que algo de compañía y un pequeño grupo con el que intercambiar algunas impresiones, algo así como un café virtual en el que sentirse menos solo. Ahora me queda la satisfacción de ver que no sólo encontramos un hueco en aquel islote, sino también modos de ensancharlo para que puedan recalar en él más caballeros de fortuna, para que podamos seguir creciendo juntos.

 

Como siempre, el rumbo es incierto, pero ¿tiene acaso alguna importancia cuando la compañía es buena y el proyecto digno? Yo creo que no la tiene. No cuando cojo entre mis manos este Un portal de palabras II, esta trampilla que permite pasar al otro lado, y dejo que me embargue su aroma a sueños, ése que me dibuja media sonrisa de nostalgia y otra media sonrisa, ya más feroz, del que sigue queriendo devorar quimeras.

 

Ah, dulce placer el del corsario embarcado en constantes aventuras cuando nunca falta equipaje dispuesto a surcar el océano internático más allá de la frontera, hasta el mundo que se adivina al otro lado del portal de palabras. Como siempre, un placer navegar a vuestro lado.

Imagen de Nachob
Nachob
Desconectado
Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 2197

Fue una época que siempre permanecerá en mi corazón.

Y espero no dejar nunca de navegar para que el viento nos vuelva a reunir en este mar o en cualquier otro, compañeros.

Demonios, ¡otra ronda de ron!

Imagen de Miguel Puente
Miguel Puente
Desconectado
Poblador desde: 16/06/2009
Puntos: 491

Has conseguido emocionarme

 OcioZero · Condiciones de uso