Editor autónomo en Francia, antes en España

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Aprovecho las anécdotas de los cambios administrativos para una pequeña comparación entre las obligaciones de ser autónomo en un lado y otro de los Pirineos

Hace unos cuantos años ya que soy editor como autónomo, los suficientes, supongo, para tener una cierta perspectiva, la cual se ha ampliado desde que soy autónomo en Francia. Lo primero que he constatado es que la presión que se soporta no es ni parecida.

En España, la cuota de autónomo que me correspondía como editor era de unos 275 euros mensuales independientemente del volumen de negocio (unos 50 euros más al mes cuando era, además, administrador de Saco de huesos como Sociedad Limitada). Era la mínima para mi edad y profesión, aunque esta puede variar. Evidentemente, un editor no puede cerrar la editorial por un tiempo si su catálogo resta activo, por lo que había que cumplir con ello lloviera o tronase.

En Francia, por el contrario, las cotizaciones van en función del volumen de negocio, al menos en el régimen de micro-emprendedor, al que me he acogido y que se puede disfrutar siempre y cuando no se superen los 82.800 euros en ventas anuales o los 33.200 euros en servicios anuales, unos límites que para Saco de huesos quedan bien lejos. En este régimen se paga en torno a un 13% de los ingresos por ventas y en torno a un 22,5% de los ingresos por servicios (por ejemplo, una traducción). Esto implica que para pagar las cotizaciones que estaba pagando en España, tendría que tener un volumen de negocio de más de 2000 euros al mes. Si hubiera sido el caso, sin duda no hubiera sido tan asfixiante cumplir con las cuotas.

La presión también se revela menor en los trámites administrativos. Igual para darse de alta las cosas han cambiado en España o la cantidad de tiempo que me costó en su día se debió más a mi inexperiencia que a auténticas trabas o dificultades, pero en Francia ha sido rápido, muy rápido: basta con entrar en una página web y rellenar una solicitud. Después, por correo te van mandando los documentos adicionales e informativos necesarios. Aun sin ser siquiera el francés mi lengua nativa, me ha resultado mucho más intuitivo, sobre todo teniendo en cuenta que vivo en una aldea.

Sí que es cierto que luego me han salido algunos extras con los que no contaba, como el anuncio de que tenía que afiliarme a una mutua de complemento de jubilación para mis empleados, que no tengo, aunque no los tenga. Es un trámite administrativo en previsión de un posible crecimiento que, si bien algo inquietante y fuente de pérdidas de tiempo navegando por Internet, en realidad no va a ningún lado. Otro fue el tema de la cotización por el espacio de trabajo, que también ha sido un trámite que me ha robado tiempo aunque, de momento, no tengo que pagar nada por trabajar a domicilio. En ese sentido, la burocracia francesa tiene merecida su reputación aunque, al menos, te van diciendo ellos mismos qué papeles toca rellenar y con quién puedes hablar.

En lo que es indudablemente más ligera es en las declaraciones trimestrales. Esta bestia negra ineludible, en España incluye el IVA y el IRPF (más cuentas anuales y otras gabelas) e incluso para alguien que había cursado asignaturas sobre el tema en la universidad, daba los suficientes quebraderos de cabeza para empujarte a buscar un gestor. Es decir, o más gastos o más estrés, a elección de cada cual si te lo podías permitir.

En Francia, por el contrario, te mandan un documento de una hoja en el que hay tres casillas a rellenar en función de dónde vienen tus ingresos y que puedes presentar por internet o por correo postal. En mi caso, creo que solo necesitaré rellenar una de las casillas (a no ser que el diablo me regale tiempo para realizar alguna traducción remunerada de nuevo). Además, los micro-emprendedores estamos exentos de IVA, por lo que solo hay sumar la pasta que se ha cobrado efectivamente, sin más; ni bases, ni cuotas, ni historias. He leído en algún foro que la exención de IVA no es un beneficio necesariamente a nivel económico, por aquello de la diferencia entre el IVA soportado y el IVA repercutido, pero creo que quitarme la tensión de las malditas declaraciones bien valdrá cualquier pérdida al respecto. Aprovecho para comentar que el IVA en Francia para los libros, físicos y digitales, es del 5,5%.

Esta simplificación trimestral no exime, no obstante, de tener que llevar un registro de facturas consecutivas, control de ingresos y gastos y un archivo de recibos y facturas, pero aligera de un modo impresionante la gestión.

Personalmente, me gusta mucho más este enfoque: facilitar la gestión para que realmente cualquiera pueda emprender su actividad sin tener más miedo por los temas administrativos que por los propiamente profesionales y establecer unas cotizaciones en función del volumen de negocio desde el primer momento.

Así, desde mi humilde punto de vista, sí se fomenta que la gente se anime a probar con un negocio, sobre todo porque este régimen está abierto a parados, estudiantes, asalariados y jubilados por igual sin detrimento de sus derechos. Vamos, una red en toda regla para aventurarse en un proyecto.

No es un tema baladí. Aunque en España hay editores que se han mantenido en un estado alegal, por debajo del radar y de las obligaciones porque no llegan al mínimo de ingresos obligado para tener que declarar su actividad, esto no ayuda en absoluto a su visibilidad y participación en espacio culturales como librerías o festivales. A la larga, es un problema que ha marcado particularmente al fandom.

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