DESPAREJA FELIZ
Se desconocieron por internet. Concertaron una cita en un bar para desconocerse más a fondo. Convencidos de que entre los dos ya solo había dudas, decidieron casarse. Pero cada día que pasa, saben menos el uno del otro. Incluso están pensando en enamorarse un día de estos.
Justo a tiempo
Mire, padre, estos son sus nietos. Ya, no me diga nada, lo sé. He sido un mal hijo, pero aquí estoy, ya lo ve, de rodillas solicitando su perdón. Tómese su tiempo, aún quedan unas horas antes de que cierren para siempre la tapa del ataúd.
Ilustrado
Había leído mucho durante su vida. Por eso a nadie le extrañó que su mujer le introdujera varios libros en su ataúd, ni mucho menos, que en las paredes del cementerio aparecieran versos de Neruda o Bécquer, aunque sí nos decepcionó sus faltas de ortografía. Erratas, quiso excusarlo su viuda.
TARDE
¡Al fin viuda! La ilusión de su vida: inspirar pena y envidia, ser el centro de cotilleos, vestirse de negro integral, mirar a cualquier hombre con descaro y luego rechazarlo haciéndose la ofendida… Lástima que le haya pillado el feliz acontecimiento atada a la silla de ruedas del geriátrico.
PÓSIT
Hijo, por si al final decides venir a verme, tienes fiambre y yogures en la nevera, ¡pero mira que no estén caducados! No entres en mi cuarto, que aunque he dejado el ambientador enchufado, no va a ser suficiente. ¡Ah!, acuérdate de llamar a pompas antes de irte.
Héroes
Pretendemos dilucidar, damas y caballeros, si Filipides corría, o en realidad estaba huyendo.
Stand by
Alberto abre los ojos, clava su mirada en el vacío y deja escapar un sueño, otra vez, al que despide con la misma frase que sólo él puede escuchar: «Ya te alcanzaré». Mientras, su madre continúa a los pies de su cama, hablándole del futuro.
Salvador
Regresó del futuro para evitar que la humanidad se convirtiera en cenizas. Le bastaron tres días entre sus congéneres para recordar los motivos que le llevaron a apretar aquel botón rojo.
Rubor
Me puse rojo. Como un tomate. Jamás me habituaría a que una paloma me mirase a los ojos.
Francotiradores
Se descubrieron, apuntándose a través de las miras de sus rifles. Se tenían a tiro. Temblaban. Uno rezó por Alá, el americano se acordó de las curvas de su Sally. Sabían que era su final, que en cuanto el otro apretase el gatillo no podrían responderle. Murieron sin disparar.
¡QUÉ ALIVIO!
La calle me daba miedo y hacía tiempo que no salía de casa. Oí un disparo y me asusté. Cuando me di cuenta de que había sido mi pistola en mi sien, ya me quedé tranquilo.
Higiene
Ricardo se queda como una malva. Pronto volverá a cabecear como un imbécil. Admirable Carmen, se diría que no ha hecho más que sacudir un termómetro. Con qué destreza elimina ahora el semen de los muslos del anciano. Bueno, el siguiente soy yo, así que toca alborotar un poco.
Poco a poco
Cada día, al regresar a casa, colocaba un grano sobre el montoncito arena. Luego lloraba y recogía las lágrimas en un vaso. Por las noches soñaba con el momento de ver concluída su isla desierta, un lugar solo suyo donde nunca le volverían a hacer daño.
Daños colaterales.
–No mataré a toda esa gente –susurraba Diego ante el espejo.
–Sí que lo harás querido amigo –respondía su álter ego.
-¿Quién es el malvado os preguntaréis? –. Cuando apretó el gatillo lo supe.
Neonato
Cuándo clavó sus ojos en mí de aquella manera, supe que venía a por todas. Leí en su mirada un «o tú o yo» clarísimo. Desconocía, inocente, que no había alternativa.
Destino escrito
Llegué antes de tiempo a casa y escuché unos murmullos en mi habitación. Por suerte no hallé a nadie, pero sí un descubrimiento sorprendente: El diario de mi vida. Desde entonces, intento salirme del guión, pero no puedo. Al menos, sé que en este 2015 conoceré muchas camas.
Adiestramiento
Solo cuando consiguió domar a su cama nueva, pudo dar rienda suelta a sus sueños más salvajes.
LAS MALAS LENGUAS
Me eché al monte en busca de los salvajes que andaban en boca de todos. Por lo visto, robaban, atacaban… Habladurías. Era uno nada más y solo me violó.
Clase práctica
—Y de ahí, hija mía, es de donde vienen los niños —dijo abrochándose la camisa.
Romanticón
En el armario del hotel, me encontré con una blusa de mujer pendida de su percha y la imaginación se me disparó. Por eso, al día siguiente antes de abandonar la habitación, le colgué a su lado una de mis camisas, la más seductora.
Mejor mañana
Me coloco la más seductora de mis caretas y salgo de caza. Estoy de suerte: un accidente en la carretera comarcal. Me acerco al que está tirado en el asfalto, pero noto cierto desdén en su mirada. Desconcertada, compruebo que he olvidado coger la guadaña.
El vástago
Está tan guapo sobre su devastador caballo, al mando de su invencible ejército de hunos. Si hubiera tenido un hijo me hubiera gustado que fuera como él. Mirarle, solo le falta la guadaña.
El vástago
Está tan guapo sobre su devastador caballo, al mando de su invencible ejército de hunos. Si hubiera tenido un hijo me hubiera gustado que fuera como él. Mirarle, solo le falta la guadaña.
Vivir fuera del tiesto
No me culpen, había tenido muy mal día. Cómo iba a saber yo que le sentaría tan mal a esa señora que me afeitara con su guadaña.
El rústico
-Desde luego, tengo guadañas mejores que esta, si es lo que queréis.
-Se me gastó, me temo, de tanto usarla.
-No parecéis campesina.
-Lo soy, en cierto modo.
-Sois vieja y espantable, pero sus manos son fuertes. ¿Estáis casada?
-Pues mirad, ahora ya sí -le besa.
OcioZero · Condiciones de uso
Incompatibilidad
La relación con mi mujer se ha roto. Antes, cualquier excusa nos servía para estar juntos y copular una y otra vez sin descanso. Pero desde que tuvo la caída y su cadera es de pega, siento que no encajamos, como si de repente fuésemos unos desconocidos.