La encontré en el lago. Estaba de pie con la parte baja de su vestido empapada por las aguas. Vagaba cabizbaja. A veces se le adivinaba un hondo suspiro. La observé desde lejos, temiendo asustarla o de faltar al respeto de su intimidad. La posición de sus hombros denotaba una tristeza pesada y asfixiante que invitaba a uno a llorar con ella sus penas.